Vicky, Cristina, Barcelona

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Vicky, Cristina, Barcelona

A Woody Allen alguien le dijo eso de “Barcelona es una pasada” y el pobre se lo tragó hasta el punto de creer que su arquitectura era excusa más que suficiente para justificar un rodaje en la Ciudad Condal. Pero no. Sin una historia decente que contar, no hay película que se sostenga. Y por mucho que hasta el filme más malo del señor Allen sea infinitamente superior a la media de los títulos que suelen ocupar la cartelera, lo cierto es que esta vez el hype de su primera y única aventura española se queda en lo que estamos acostumbrados a ver cada vez que un director americano intenta retratar nuestra cultura: tópicos y más tópicos. En serio, entre la famosa escena de sevillanos quemando vírgenes en ‘Misión Imposible 2’ y esta ‘Vicky, Cristina, Barcelona’ no hay tantas diferencias.

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Que quede claro que si la intención de Woody Allen era rodar un gran anuncio de “visite BCN”, lo ha conseguido. No hay rincón típico de la ciudad que no salga retratado en esta película. Pero poniendo su nombre en el título uno espera que, por lo menos, Barcelona sea un personaje importante dentro del relato. Lástima que a la hora de la verdad el hecho de que la acción ocurra en la capital catalana sea puramente anecdótico, ya que podría haber sido rodada en Madrid, Sevilla, Valencia o Ciudad Real. Allen no se ha molestado en conocer la esencia de la Barcelona por la que se pasean sus personajes , que reduce a edificios de Gaudí, museos de Miró, prostitutas del Raval y mucha guitarra española tocando canciones de Paco de Lucía en cada terraza. Hasta Oviedo, metido con calzador en la historia, sale mucho mejor parado como escenario.

Por supuesto que no todo son errores en ‘Vicky…’. La primera gran sorpresa, sin duda, Penélope Cruz, que vuelve a estar gritona –y por lo tanto, fantástica- improvisando insultos y peleas en español, haciendo de su María Elena la única persona creíble de la película. Bardem está muy guapo con camisa y poco más. En cuanto a Scarlett se la ve perdida, agotada, como si no le importara una mierda lo que pasa a su alrededor, algo que puede tomarse como un comportamiento natural dada la psicología de su personaje, pero algo me dice que no. Por lo menos ha sido sincera en la promoción admitiendo que su beso con Pe fue de todo menos erótico. Así que pajilleros, si queréis material para vuestras fantasías, absteneos de pagar una entrada.

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Como es complicado hablar más de lo que pasa sin destripar la película, mejor digamos que uno sale del cine igual que como entró, que tampoco está nada mal en estos tiempos que corren. Me atrevería a decir que es posible que a algunos le toque la fibra sensible horas después del visionado. De hecho, puede que incluso la película tampoco sea tan horrible y yo sólo le tenga un poco de manía por lo mucho que nos han dado el coñazo con este rodaje. No lo sé. Que cada palo aguante su vela. Yo ya he encendido la mía. 6.

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