‘Biutiful’, Bardem y nada más

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‘Biutiful’, Bardem y nada más

A la salida del pase de ‘Biutiful’, una pregunta sobrevolaba por los corrillos de espectadores que no habían sucumbido a los trucos melodramáticos del trilero Iñárritu: ¿Cómo un director tan mediocre puede haber alcanzado tanto prestigio? Voy a intentar responder a esa pregunta a la vez que reseño la película:

1. Eligiendo temas “importantes”.
En el Ibex 35 de la cultura, el drama y la tragedia continúan cotizando al alza, por encima de la comedia o demás géneros (mal) considerados menores. Y si los temas son actuales y de contenido social, mucho mejor. Puedes componer la canción más horrible del mundo, pero si habla de malos tratos, será aplaudida: “tiene mensaje”, o lo que es lo mismo, “coartada”. En ‘Biutiful’ hay inmigrantes explotados, traficantes callejeros, policías corruptos, enfermos de cáncer y hasta una drogadicta con trastorno bipolar. Un mejunje de miseria social que hay que servir en un plato sucio y con cara de circunstancias.

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2. Explotando esos “temas importantes”.
No basta con (ex)ponerlos sobre la mesa, hay que manchar al espectador con ellos, tirárselos a la cara para que no pueda ver lo que hay tras esa roña melodramática: un discurso superficial, complaciente y de impostada intensidad. En el caso de ‘Biutiful’, podemos ver una evolución desde el drama social más discursivo a la pura pornografía sentimental.

3. Poniendo mucho tu nombre para parecer “importante”.
Hasta cinco veces aparece el nombre del cineasta en los primeros créditos: una película de, dirigida por, escrita por, basada en una idea de, producida por… Alejandro González Iñárritu.

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4. Eligiendo actores importantes.
Sin comillas: Sean Penn, Cate Blanchett, Naomi Watts… Javier Bardem. Grandes intérpretes, capaces de dar brillo con su trabajo a la más ramplona de las películas. Sin la esforzada y conmovedora interpretación de Bardem, premiada en Cannes, ‘Biutiful’ sería como un ‘Slumdog Millionaire’ en Santa Coloma, un viaje turístico al dolor y la pobreza que se esconde en las grandes ciudades.

5. Citando a directores importantes.
También sin comillas. Citar en las entrevistas a, por ejemplo, Kurosawa, siempre legitima. Aunque es un arma de doble filo: cualquiera que haya visto ‘Vivir’ (‘Ikiru’, 1952), se habrá dado cuenta del abismo estilístico, filosófico y moral que hay entre una película y otra. Y es que viendo ‘Biutiful’, más que aborrecer el cine de contenido social, se da uno cuenta del valor que tiene, por ejemplo, la serie ‘The Wire’ o la filmografía de los hermanos Dardenne. Cine social, sin comillas. 4.

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