Posesiones documentales en ‘El último exorcismo’

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Posesiones documentales en ‘El último exorcismo’

La sintaxis y la retórica del mockumentary han demostrado ser un auténtico filón crema(r)tístico para el cine de terror. La estética del (falso) documental crea una sensación de hiperrealidad que resulta muy eficaz para la trasmisión de miedo. Y, además, es barato. Cada poco tiempo una película de terror “mockumental” da el pelotazo en taquilla y se convierte en uno de los productos más rentables de la temporada. Con el fenómeno de ‘Paranormal Activity’ todavía fresco, llega, casi un año después, la sensación terrorífica del pasado verano en EE UU.


‘El último exorcismo’ es un producto simpático y muy efectivo. Uno de los grandes atractivos de la película radica en su premisa: hacer un falso documental sobre un falso exorcista. A la vez que vemos la impostura del protagonista, la falsedad de sus ritos, vamos aceptando el engaño de la propia puesta escena del filme. Una vez asentada la premisa estilística, Daniel Stamm (que debutó con otro mockumentary, ‘A Necessary Death’) se centra en la narrativa. De forma muy eficaz, el director alemán deja en suspenso la naturaleza fantástica del argumento, haciendo malabarismos entre una realidad clínica (enfermedad mental), falsa (engaño) o paranormal (posesión demoníaca). ¿Está Nell loca, fingiendo o poseída por el diablo?

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Más que una versión “realista” de ‘El exorcista’ (1973), como se ha querido vender (incluyendo un cartel de lo más engañoso), ‘El último exorcismo’ acaba resultando un apéndice rural y documental de ‘La semilla del diablo’ (1968), un paseo cámara en mano por los escenarios y personajes del imaginario del american gothic, poblado por ruinosos establos donde trabajan granjeros supersticiosos y siniestras iglesias regentadas por fundamentalistas evangélicos. Un juego estilístico que acaba desvelando una ominosa realidad. 7.

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