Los meses de rumores, sospechas, filtraciones, detenciones, noticias más o menos absurdas en torno al ¿maldito? décimo tercer disco de Madonna llegan a su fin. Tras gran sufrimiento por parte de la artista y de sus fans, como si de un parto complicado se tratara, ve la luz ‘Rebel Heart’. Y ni siquiera las mejores expectativas nos podían hacer sospechar que, finalmente, estaríamos ante uno de los más sólidos, completos, representativos y mejores álbumes de la artista norteamericana en sus más de tres décadas de carrera.
Si bien aquel primer insólito, prenavideño e improvisado pseudolanzamiento que reunía 6 excitantes canciones de la versión final del álbum despertó cierta euforia en algunos de nosotros, que no podíamos creer que todo lo que escuchábamos nos gustara tanto, no podíamos olvidar que tanto ‘MDNA’ como ‘Hard Candy’ habían sido solo productos con buenos ingredientes pero a medio cocinar, que situaban a Madonna en contextos que ni eran tan contemporáneos ni lograban enganchar con la rotundidad de antaño. La cantidad y calidad de las demos filtradas meses atrás hacían difícil tener una idea final del producto. Pero parece que esta vez la Ciccone ha recuperado aquel particular instinto del que siempre presumió que le hacía molar sin importar el jardín en el que pareciera estar metiéndose.
Lo que siempre distinguió a Madonna de otras cantantes pop es que sus mejores obras llegaron cuando corrió riesgos y se desmarcó de lo cómodo o lo previsible, acercándose a artistas y creadores rompedores que le hacían ir un paso por delante. ‘Rebel Heart’ es otro de esos discos, no original ni rompedor, pero que fagocita a la perfección las últimas tendencias (e incluso las próximas) para modelarlas a su conveniencia. Como ella misma ha mostrado antes, el simple hecho de contar con un superequipo de productores y compositores (en este caso, creadores de hits del prestigio de Toby Gad, MoZella o Ariel Rechtshaid) no garantiza el éxito. No es tan sencillo, y las pruebas están en los últimos patinazos discográficos de la propia artista. Pero ‘Rebel Heart’ brilla, sobre todo, gracias a que toda esa pléyade de talento está claramente al servicio del lucimiento de Madonna sin que por ello pierda su carácter y personalidad.
Sí podemos reconocer claras trazas de Diplo en algunos tramos del hit noventero ‘Living For Love’, en el medio tiempo bailable ‘Hold Tight’ (que estrecha lazos entre el twerking y la Madonna de los 80) y en el arrebatador trallazo de inspiración jamaicana ‘Unapologetic Bitch’; de Kanye West en la vibrante ‘Illuminati’ y en la caliente oda al cunnilingus ‘Holy Water’ (en la que no se corta al cantar con alegría «Yeezus loves my pussy best»); de Avicii y DJ Dahi en una ‘Devil Pray’ en la que se agradece la contención para no convertirla en una nueva variación de ‘Wake Me Up’; o del genial SOPHIE en ‘Bitch I’m Madonna’, un pepinazo irresistible (con crucial intervención de Nicki Minaj) de un creador aún underground… y con ellos Madonna vuelve a estar al día, gracias sobre todo a dos jóvenes asesores: sus hijos Lourdes y Rocco.
Ciccone ha explicado que el título de esta nueva obra pretende mostrar la dualidad que la representa como cantante de pop, alternando esa faceta rebelde y desafiante a la que aludíamos antes con otra más emocional y oscura. Esa doble cara se presenta casi con obviedad en su setlist, que ordena buena parte de los rompedores cortes antes aludidos en su primera mitad (cuya única y honrosa excepción es el precioso baladón ‘Ghosttown’, de lo mejor del álbum), marcando un inicio fulgurante. Y en su segundo tramo, efectivamente, encontramos una mayor tendencia al medio tiempo, rebajando esa vibración inicial. En consecuencia, parece lógico que la segunda mitad del álbum rebaje el nivel de excitación… pero mucho menos de lo que podría adivinarse.
Y es que esas otras canciones sostienen un alto nivel compositivo por parte de Madonna y su equipo. Como mucho, se les puede achacar haberse quedado cortos en algunas cosas y excesivos en otras: los redobles de la bonita ‘HeartBreakCity’ terminan por resultar excesivos, cansinos; la letra de la estupenda ‘Iconic’ (con una intervención anecdótica de Mike Tyson y una brillante de Chance The Rapper) es uno de esos pesados autohomenajes hacia sí misma; y, sobre todo, se echa en falta que haya renunciado a cerrar el álbum con un club banger, como se presumía que iba a ser (a juzgar por su demo) ‘Wash All Over Me’, que ha terminado por ser una solemne aunque bonita balada.
Pero, por encima de esos leves peros, esa segunda parte contiene números tan notables como ‘Joan Of Arc’, un bonito corte en el que no duda en hablar sobre sus debilidades, su «humanidad»; una sorprendente ‘Body Shop’ que, pese a su fútil letra onda «fontanero, revíseme las cañerías», compensa arreglos folkies y R&B con gran acierto, contra todo pronóstico; o el estupendo medio tiempo a lo Depeche Mode ‘Inside Out’. En cualquier caso, si alguien no queda satisfecho, siempre puede acudir a las más que generosas ediciones Deluxe del álbum. Allí podrá encontrar, entre algunos descartes, unas cuantas joyas rescatables como la sugerente ‘S.E.X.’ y ‘Best Night’, que no habrían desentonado lo más mínimo en el último y alternativillo disco de Beyoncé, el hip hop de ‘Veni Vidi Vici’ (con toques acústicos y un certero Nas) o ‘Graffitti Heart’, otra gran creación probablemente de SOPHIE (el álbum no incluye créditos), cuyas ausencias en el volumen principal resultan difícilmente justificables. Las 25 canciones parecen una invitación al juego «crea tu playlist perfecto de ‘Rebel Heart'».
Quizá Madonna no logre zafarse de la supuesta maldición del número 13 que se cierne sobre este álbum y la línea descendente de las cifras de venta de sus álbumes prosiga su tendencia (veremos qué pasa con los números de su próxima gira que, de entrada, parece menos ambiciosa que de costumbre). Pero lo que es innegable es que con él la Reina del Pop recupera claramente crédito artístico y se gana el respeto y la reverencia que parecían tan difíciles de recuperar.