Cibeles: España siempre es diferente

Muchos se preguntan por qué la moda española continúa sin venderse ni dentro de España ni fuera de ella. Pues sólo tenían que asomarse a la mayoría de los desfiles de la Pasarela Cibeles (rebautizada como Madrid International Fashion Week o algo así de rimbombante) para comprobar los motivos de este estancamiento y, sobre todo, escasez de ideas medianamente interesantes. En definitiva, en España no se marca tendencia por ninguna parte; se copian las de años anteriores provenientes de otras pasarelas –o de la propia-, se reciclan, reutilizan y queman hasta la extenuación. Nada de originalidad, frescura ni interés.

Hay honrosas excepciones, como los siempre ascendentes Locking Shocking o el prometedor José Miró, pero casi todo lo demás destila un tufillo a dejà vu y a copieteado que da verdadera vergüenza. Por no hablar de cuando los diseñadores deciden tirar por la otra vía que es la de las “influencias patrias”, y se quedan tan anchos haciendo trajes de faralaes. Desde luego, la no innovación y el flamenco no son las vías para que la moda salga de su letargo. A mí me preocuparía que lo más vendido fuera de España sea Ágatha Ruiz de la Prada. Hagamos un repaso a lo mejor y lo peor, ya que al menos siempre nos quedarán Top Shop, H&M y criticar.

Menos mal

JUAN DUYOS. Después de unas temporadas de crisis, Duyos lleva dos sorprendiéndonos muy gratamente. Para el próximo invierno el diseñador se inspira en la indumentaria de los bereberes, dotándola de colorido e influencias de mediados de los ’60. Prendas oversized e influencias naïf para una colección a veces demasiado ecléctica pero que funciona.

LOCKING SHOCKING. Cada vez crecen más y más. Su nueva colección Foreigner ha vivido un giro decididamente comercial, pero en el mejor sentido del término. ¿Acaso los diseñadores no quieren vender ropa? Pues Locking está en condiciones de venderla a montones. Dulcifica sus prendas (ya hasta renuncian al sempiterno plateado casi por completo) y utilizan tejidos vaporosos en colores más suaves –grises, blancos, rosas-, además de sorprender gratamente la aparición de estampados florales. La vez que mejor.

CARLOS DÍEZ. Sin competencia ganó el bilbaíno el premio L’Oréal al talento emergente de Cibeles. Su colección también se dirigió más que nunca a las tiendas (no en vano, es la primera que produce de verdad para el gran público) y claro, encantó. Además, fue el único que puso algo de humor al desfile, ataviando a las modelos con una barba postiza como la del propio diseñador. Convertido en un auténtico icono, imprimió su rostro sobre las prendas, siempre en blanco, negro y gris. Lo mejor, sin duda, las sudaderas de estampados geométricos.

Lo peor de Cibeles

ÁGATHA. Yo ya no sé qué decir de esta mujer. Que como broma estaba bien, pero esto ya huele. ¿Algún día alguien hará como en El traje nuevo del emperador y pronunciará aquello de “señor, está desnudo”?

JUANA MARTÍN. Esto no tiene nombre, y encima por segunda vez. Resulta que esta señora es cordobesa y diseñadora; hasta aquí bien. Pero es que no sé por qué nos tienen que torturar otra edición más con sus aberraciones flamencas, y encima bombardearnos en la prensa no especializada con la noticia de que fue la gran triunfadora. ¡No no y no! La prensa se quedó completamente callada y estupefacta mientras desfilaban aquellos horrores cósmicos sobre la pasarela, mientras sus amigas del público la jaleaban. Bien es cierto que esta colección olía menos que la anterior, pero no había por donde cogerla. La parte del denim era aberrante y sin sentido (¿esos volantes forrados de piel?); la de fiesta como de una escuela de corte y confección; la parte urbana sencillamente hortera, como de ropa de telenovela venezolana de los años 90. En definitiva, esta señora no tiene nivel para competir en una pasarela internacional como Cibeles, y baja el listón varios puntos con su aparición. Eso sí, fue la que más jaleo provocó. Por favor, que no se repita más.

EXTREMA DELGADEZ. No quiero parecer de ‘Aquí hay tomate’ con el tema este, pero es cierto que las modelos estaban escuálidas. Muchas no debían alcanzar ni los cincuenta kilos ni la talla 34. Sin pecho, ni curvas, con ojeras, los pómulos excesivamente marcados, las caderas sobresalientes… Cadáveres prepúberes andantes. No sé si incitan a la anorexia, pero desde luego que no es bonito lo que transmiten. Vaya timo lo de que en Cibeles las modelos tienen la talla 38. ¡Ni en sueños!

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Publicado por
Patata