Lo más parecido que he visto a una película gore es ‘Braindead (Tu madre se ha comido a mi perro)’ y, por mucho asco que dé, es una comedia; de manera que me enfrenté con cautela a ‘Hostel’, la segunda película de Eli Roth, cuyo productor ejecutivo y mentor oficial es Quentin Tarantino. A Tarantino le admiro muchísimo, pero siempre que veo sus películas o las películas relacionadas de alguna manera con él, no dejo de pensar: «Ya le vale a Tarantino».
‘Hostel’ cuenta la historia de dos pringados americanos y un pringado islandés que, por la macarrada aquella de la legalidad de los canutos, se encuentran de vacaciones en Ámsterdam. Allí conocen a un tipo que les dice que en un hostal de Eslovaquia van a pillar cacho seguro. Les enseña unas fotos de unas tías eslovacas desnudas en la cama con él y los manda para allá. Si no fuera por la remota posibilidad de que uno de ellos esconda tendencias homosexuales, o por la posibilidad, tampoco muy obvia, de que haya una caricatura en todo esto, tanta simpleza daría la risa. Ahora bien, ¿cuán mal se pasa con las famosas escenas explícitas? Quizá no tanto los más expertos en el género, siempre ávidos de sangre y carne en todas sus formas, pero desde luego lo suficiente como para que el espectador medio se revuelva en el asiento del cine cagándose en toda la humanidad por inventar semejantes métodos de tortura. Por suerte todo se olvida pronto. Y eso termina siendo lo malo de la película, que más cerca del cine de terror de serie B que de otra cosa, resulta absolutamente intrascendente. Si es que eso es malo. 6
.PD. No olvidéis observar quién se ha metido en el cine a ver esto con vosotros. Os llevaréis sorpresas.