Pero esta entrada tiene una motivación clara: despedir a un grande. Zidane se marcha, aunque desgraciadamente no del modo en que a todos nos hubiese gustado. Con el partido a puntito de finalizar, algo sucedió entre Zidane y Materazzi (el provocador oficial de la selección italiana). Al final, Zinedine se dio la vuelta y le pegó todo un señor cabezazo en el pecho a Materazzi, que cayó al suelo inmediatamente. Yo no creía lo que veía.
Es una lástima ver este tipo de cosas en un acontecimiento deportivo, y son estas acciones las que me hacen renegar del fútbol, porque cada vez es más un deporte de cabestros. Sin embargo, sigo sin entender esta actuación de un tipo que siempre me ha parecido elegantísimo, muy paciente y de lo más sereno. Además de un artista con botas de fútbol, claro. Zinedine Zidane se despide con un borrón en su carrera, un borrón que le costó una tarjeta roja y unas buenas lágrimas de camino al vestuario, una vez se dio cuenta de lo que había hecho. Yo no voy a justificar aquí su arranque violento, pero sé que muchos periodistas van a hacer leña del árbol caído. Prefiero quedarme con su distinción jugando, la verdad. Esta tarjeta roja no le ha impedido alzarse con el título de mejor jugador del mundial, un título muy merecido. Aunque siento mucho que se despida de su carrera deportiva así. Adieu, Zizou.