El look pertenece a la boda de Bobby Gillespie, gran amigo de la modelo desde hace años, a la cual acudió con su hija Lila-Grace (¿a que es clavadita a ella?). No se trataba de una boda al uso ya que se celebraba en medio del campo, todo muy rural y con mucho famoso cool (perdón, trendy) por metro cuadrado. Con el buen gusto que la caracteriza en cada ocasión, Kate optó por no vestirse de repollo con un modelito incómodo y emperifollado como suele hacer la gente en estos eventos, y prefirió prendas de tendencia de temporada que le permitían ir elegante pero a la última. Todas las periodistas del corazón españolas estarían indignadísimas porque la modelo se ha saltado a la torera esa norma de que en las bodas nunca se debe vestir de blanco, pero Kate va tan impecable que esto sólo se puede considerar otra virtud más de este look.
¿Por qué en las bodas nadie hace esto? Todo el mundo prefiere un trajecito de chaqueta verde pistacho con brocados con el bolsito y los zapatos forrados a juego y un moño italiano que no llevaban ya ni en ‘Falcon Crest’. Desmarcándose de todo esto, Kate Moss lleva un sencillo traje compuesto de shorts y chaqueta –en blanco, claro- complementados con un precioso bolso de boquilla con lentejuelas y, lo mejor, un sombrero que rompe con toda la sobriedad y perifollo de las bodas. Además se ha tomado la molestia de adornarlo con un pañuelo de topos y una flor, dándole vida al conjunto y atreviéndose con un detalle divertido. El único fallo que encuentro son los taconazos, muy incómodos para caminar por el campo y quizás poco adecuados para este look tan casto y virginal, pero Kate sabrá lo que hace, ella es muy sabia. Supongo que a ella se lo podemos perdonar todo.