Ya sabemos porqué todos los invitados a ver al flamante bebé, lo hacían bajo la estricta prohibición de hacer carantoñas a la recién nacida y llevar cámaras de fotos. Lo primero, por lo visto, son normas de la Cienciología para que la niña se desarrolle correctamente. Lo segundo fue –seguro- un arrebato de lucidez que le vino a Tom después de comerse la placenta que expulsó Katie. Ahí vio la posibilidad de empanojarse
todavía más y se preguntó: ¿Por qué no vender la exclusiva a Vanity Fair? Dicho y hecho. Y tras millones de dólares, por fin podemos ver la cara al bebé. Pues no era para tanto, la verdad.