Las boy bands son un producto siempre seguro, que diría el Jarvis Cocker de mercadillo que hace de jurado en OT 2006. En cualquier rincón del mundo habrá una (o un) adolescente hormonado que reclame su libra de carne en forma de cantante andrógino, o malote, o sensible, o… lo que sea que la mercadotecnia del momento asegure que tiene un público potencial dispuesto a gastarse veinte dólares en un calendario.
Como Japón es diferente al resto del mundo -y cada vez más creemos que también al resto de la galaxia- su boy band de referencia no es ninguna de esas sosas conservas de aullidos que fueron Back Street Boys, Take That, o N’Sync. Allí los que se llevaron el gato al agua fueron Yatta, cuyo single logró en 2001 un triple disco de platino en unas pocas semanas.
Yatta salen a la calle armados con una gran hoja de parra, como adanes modernos que buscan el fruto prohibido del árbol del conocimiento. Ellos no son un muchachuelo que apenas hace dos semanas que se afeita, sino que representan al hombre primigenio, al padre de todos, aquél cuya semilla pobló la tierra.
Su visión irónicamente optimista de este mundo extraño en el que vivimos contagió a la comunidad internetera, que enseguida participó del éxito de estos seis cómicos del programa Warau Inu no Bōken. Sin pasarse tres meses en una academia empastando la voz o dominando la tesitura han dado con una canción pegadiza hasta el hartazgo y una coreografía que haría sonrojar a Madonna. A ver si enseñan a los triunfitos algo útil de verdad y les obligan a actuar vestidos sólo con la libreta de su cuenta del BBVA.