Entre declaraciones de amor tan directas y sencillas como ‘Some sweet day’ o ‘Return to me’, los aportes electrónicos de Danger Mouse (‘Getting it wrong’, ‘Mountains’) y arrebatos más furiosos como las distorsionadas ‘Ghost in the sky’ o ‘It’s not so hard’, prevalece la esencia de un compositor, cuyo cénit en este disco podríamos considerar las imprescindibles ‘Don’t take my sunshine away’ y ‘Shade and honey’ o el instrumental final de 10 minutos. Uno de esos angustiosos y desolados cortes que dan sentido a un disco tan reflexivo sobre el desamor y la vida como cualquiera de las entregas de Eels o Flaming Lips. Quizá no un disco fundamental en su discografía, pero en absoluto decepcionante. 7
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