¿Por dónde empezar a valorar todo esto? Pues por los pies, mismamente, para variar. Los zapatos destrozados no son lo peor (les pones la etiqueta de vintage y ya cogen prestancia), aunque lo de pisarse los bajos de los pantalones es propio de los bakalas de mi barrio y no de una persona seria. Continuamos subiendo y ooops, nos encontramos con una cazadora vaquera atada a la cintura. Claro, el chico tiene calor y no la va a llevar en la mano pero, jobar, hay que reconocer que no le ayuda nada el atadijo porque le da una imagen de pordiosero terrible. Continuamos el ascenso y… ¿eso es una barriga? Madre mía, cuánta flaccidez, espero que sean exigencias del guión de una película que está rodando y no los resultados del paso del tiempo. Al menos la camiseta azul marino sólo le marca la panza pero no tiene lamparones ni manchas. Aunque, ¿qué es eso que le cuelga del cuello? Bien, unos collares guarretes tipo runas mágicas y amuletos de la suerte, uno de ellos con cordón de cuero. Para qué dejar ahí el tema de los accesorios, pudiéndonos colocar un fular como el que se pondría Pocholo Martínez-Bordiú para pinchar en Ibiza, comprado en un puesto de jipis. Si el fular era para disimular la tripa, no consigue el efecto deseado; si era para romper su aspecto de tirado para transformarlo en tirado-que-le-ha-robado-el-fular-a-alguien, prueba superada. Terminamos con el gorrito de lana de pescador. ¿Pero Chanquete no se había muerto en el penúltimo capítulo de ‘Verano Azul’? No sé, a Colin le debió marcar la serie tanto que rinde un sentido homenaje al sufrido personaje con su atuendo.
El último accesorio a destacar es la chati con camisa de leopardas que lleva agarrada por los hombros, pero esto sería el post de nunca acabar.