Plataforma

Si los personajes de sus novelas fueran un fiel reflejo de Houellebecq, cosa más que posible pese a las sentencias judiciales, diría que ahora debe estar en su casa de Almería descojonado y regocijado pensando que hay una pandilla de productores cinematográficos y teatrales, posmodernos farloperos, dándole montones y montones de euros en derechos de autor sin que él tenga que mover el culo ni un milímetro. Quizá.

Todo aquel que haya leído la novela de Michel Houllebecq se soprenderá al saber que alguien se ha tirado al charco de adaptar ‘Plataforma’, una novela que cuenta la historia de Michel, un solitario funcionario francés que conoce a una mujer, Valérie, haciendo tusimo sexual en Tailandia. La obra suscitó una gran polémica en su momento, sobre todo porque Houellebecq fue denunciado y llevado a juicio por la comunidad islámica francesa por un pasaje en el que uno de los personajes carga contra las religiones monoteístas. Houellebecq ganó el juicio, por si no lo sabéis.

Y el osado dramaturgo ha sido Calixto Bieito, un especialista en todo esto de buscar la provocacion en las vetustas estructuras del teatro. Y es osado porque la novela no está en absoluto pensada para el teatro: relatada en flashbacks, ambientada en cuatro continentes, habla de viajes a lugares lejanos con gran cantidad y calidad de detalles, apenas hay diálogos entre unos personajes que se exhiben en largos monólogos del protagonista… Todo muy complicado de llevar a una tarima de ochenta metros cuadrados.

Sin embargo, Bieito acierta con lo que yo creo que es su fuerte, la escenografía (conste que no soy para nada un entendido en dramaturgia). El escenario (trataré de no ser muy spoiler) es simultáneamente un peep-show, el lobby de un hotel, un piano-bar hortera o una habitación de resort. Sobre tan versátil base, Bieito vuelve a dar en el clavo dando presencia escénica a personajes que en la novela apenas son recuerdos de Michel, llevado a la vida por Juan Echanove. Me parece de especial mérito que los actores, de la compañía Teatre Romea, consigan permanecer en escena durante toda la obra, interactuando discretamente con el resto de personajes y el escenario, permaneciendo en la sombra o bailando o cantando o tocando el piano suavemente, y que mantengan la concentración hasta que llega su momento, apareciendo y esfumándose como lo que son, imágenes en la mente del protagonista. Y así, llevada en volandas por un grandísimo trabajo actoral, la representación consigue plasmar perfectamente el espíritu de la novela, hasta su abrupto final.

ATENCIÓN, SPOILER!!! Otro gran acierto es la sorprendente introducción de números musicales, unas veces en forma de interpretación al piano tensando la escena durante algún diálogo, otras como un musical de Broadway, y otras como un oscuro karaoke en Bangkok, que dan dinamismo a la obra (dura casi dos horas sin intermedio) y estoy convencido que habrá encantado a Houellebecq (no olvidemos que en el año 2000 publicó un disco de spoken-word musicado por Bertrand Burgalat).

Y esos son los aciertos, pero también tengo algunos peros. En la novela, la repetición incesante de tacos y palabras soeces son digeribles en cuanto están en la mente de los personajes. Sin embargo, cuando esos pensamientos se verbalizan, resulta poco creíble y forzado ver como en un diálogo no se para de escuchar ‘polla, polla, polla, coño, coño, correrse, corrida, polla‘, aunque entiendo que es indispensable para comprender la obra.

Por otra parte, creo que es un recurso un poco barato que, a modo de metáfora del sexo como motor del mundo, Marylise (Belén Fabra) permanezca totalmente desnuda durante toooooooda la representación. Desde luego, tiene un gran mérito, sobre todo porque la chica, de esa guisa, interpreta, canta, baila y toca el piano y bien, pero resulta innecesario que ande en pelotas. La muchacha terminó llorando, no se sabe si por la emoción del aplauso, por los taconazos con los que se mueve por todo por el escenario o por el frío que pasó.

También creo que la actuación de Juan Echanove desemerece un poco la opinión final de la representación. No por mala, sino por excesiva. Creo que es uno de los mejores actores de este país, pero en esta ocasión (quizá influyó el querer darlo todo al ser el último día en Madrid) se dejó llevar por el histrión, hasta el punto de hacer su monólogo final prácticamente ininteligible, lo cual me parece un despropósito.

La obra es vibrante y consigue plasmar a la perfección la visión, de un nihilismo feroz, que Michel (¿Houellebecq?) nos da de una sociedad occidental podrida y en la que las relaciones personales se han hecho poco menos que imposibles, a no ser que haya una contraprestación a cambio. Personajes muy vivos, muy de verdad, adultos que no quieren serlo, desorientados, desencantados de un mundo que les prometía algo que nunca existió. 7,5

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Publicado por
Raúl Guillén