La última en estrenarse es ‘Diamante de sangre’, un thriller emocional con el tráfico de piedras preciosas de fondo capaz de subirnos los colores a los primermundistas de pro, que al fin y al cabo es lo que se persigue con estas películas de denuncia. Y por cierto, bien que hacen, ya que los anuncios de apadrinamiento y solidaridad, de puro bombardeo, últimamente nos afectan tanto como los de unos colchones vendidos en una teletienda.
La acción de la película se desarrolla dentro del caos de la guerra civil en Sierra Leona durante los años 90, y cuenta la historia de un esclavo de una mina que, ayudado por un traficante sudafricano (interpretado por Leonardo Di Caprio) y una periodista norteamericana (Jennifer Connelly), busca un extraño diamante que puede cambiar sus vidas. ¿Y cómo? Pues cada uno tiene sus motivos, y no seré yo el que vaya a destriparlos. Pero aseguro que no de la forma tan previsible que estáis pensando.
El resultado es un viaje acojonante que nos muestra la dureza de los campos de refugiados, la ruleta rusa que es informar en países sumergidos en un conflicto armado y, en general, todo eso que vemos en las noticias y a lo que no hacemos ni caso porque, o las desgracias tienen nombres y apellidos, o no nos interesan una mierda.
Y sí, así a primeras el argumento suena duro, pocas esperanzas tenía puestas en este título y resulta que no podía estar más equivocado. El guión, la fotografía, la música, la dirección y todo eso que se dice cuando no se sabe qué decir, pues eso, están fenomenal o regular según el gusto de cada espectador. Pero por lo que destaca ‘Diamante de Sangre’ es sin duda por sus actores, tanto Djimon Hounsou, capaz de hacer tuya su desesperación, como la Connelly, que incluso callada está preciosa. Y luego, por encima de todos, está Di Caprio.
Decía hace unos días que, después de hacer ‘Titanic’, a punto estuvo de abandonar el mundo del cine porque la industria ya sólo le veía como un trozo de carne. Y yo, en 1997, habría apoyado la decisión e incluso me habría quitado unos duros de mi sueldo para que el muchacho viviera dignamente si con ello apartaba su cara de mi vista para siempre. Pero se conoce que Di Caprio recapacitó, no lo dejó y, afortunadamente para nosotros, siguió haciendo películas como ‘Diamante de sangre’, en la que, he de admitirlo, su interpretación nos obliga a quitarnos el sombrero y besar el suelo por el que pisa. Y no lo digo sólo por su trabajado acento sudafricano. Así que no me extrañaría que le dieran el Oscar al mejor actor en febrero. Lo tiene difícil, pero se lo merece. Además, los años le sientan tan bien… 7