Kylie – The exhibition

No se me ocurre nada más gay que viajar a Londres para ver una exposición dedicada a Kylie Minogue. Así que un viaje a la capital británica por otras circunstancias me ha evitado la vergüenza de hacerlo sin tener que admitir semejante mariconada. Eso sí, una vez vista, admito que merece la pena el ridículo de ser tachado precisamente de eso, de ridículo.

‘Kylie: the exhibition’, inaugurada en febrero y abierta hasta finales de junio, recoge el testigo de una muestra similar iniciada hace más de un año en Australia , fruto de una donación de la Minogue de parte de su vestuario a un museo de su tierra natal. Eso sí, en esta ocasión el Victoria&Albert Museum ha intentado mejorar la exposición original ampliando el número de piezas de la colección e buscando no centrarse sólo en sus vestidos, sino en todo lo necesario para sumergirse en el universo Kylie: discos, vídeos, premios, fotos, complementos, backstage, documentos de gira y pluma, mucha pluma. Eso que no falte.

Nada más entrar, te encuentras con el vestido que ilustra el póster de la exposición. Una creación de la propia Kylie en la que viste una tela estampada con imágenes claves de su carrera. Es el momento de caer en la cuenta de lo realmente pequeña que es la chica –en serio, exageradamente minúscula-, y sobre todo, de descubrir la magia de la luz en la imagen porque algunos vestidos, así en vivo (tan cerca los tienes que puedes tocarlos u olerlos, allá cada cual con su fetiche) son de cortes y telas realmente cutres. Claro, que a la muy zorra le quedan que ni pintados.

La primera sala, en la que se proyectan todos sus videoclips en bucle para que compares ficción y realidad, se exhiben algunos de los trajes que han marcado el recorrido artístico de Kylie. Una evolución que va desde el horrendo camisón de panadera visto en ‘I Should Be So Lucky’ al más que divertido y por ende caro trapo morado de Dolce & Gabbana lucido en ‘I Believe In You’. Entre medias, los errores entrañables de su primera época sin apenas culo ni presupuesto para vestuario definida por los que por llamarlos algo los llamaremos vestidos de ‘Hand On My Heart’ o ‘Confide In Me’, hasta el delirio futurista de tiras de cuero multicolor de ‘In Your Eyes’ o el traje de noche de ‘On A Night Like This’.

Dos piezas concretas llaman la atención en esa primera estancia: los famosos ‘hotpants’ comprados en un mercadillo por 50 céntimos llevados en ‘Spinning Around’ –son para la australiana como los sujetadores cono para Madonna-, y sobre todo, el sugerente sabanón blanco de ‘Can´t Get You Out Of My Head’. Este último, en concreto, hacía parar a todos los niños, abuelas en sillas de ruedas y parejas que por allí pasaban por dos razones: admiración y, justo después, horror al ver la telilla de gasa con la que está fabricado y, sobre todo, los rotos, que parecen hechos porque la Kylie se lo enganchó mientras saltaba vallas de pinchos. Que ni la camiseta más barata del H&M, vamos. Algunos premios y discos de oros colgados en la pared dan el paso a la siguiente zona: el backstage de un concierto.

Empieza con un pequeño cine donde se proyectan extras de algunos DVD de conciertos suyos. Para pasar de largo. Después, una pared con folios pegados llenos de flechas e indicaciones originales típicas de una gira además de bocetos de la creación de un escenario, setlist alternativos y demás chorradas informativas. A continuación, la zona Concierto, donde tienen cabida algunas de sus creaciones más importantes llevadas sobre un escenario. Aquí la calidad, por eso de que van a ser vistos en vivo, sube bastante, aunque se nota que no fue hasta la gira ‘FEVER’ que no pudo gastarse pasta en el diseño de sus looks. Los primeros trajes están cosidos por su madre, y son de un mal gusto de lentejuelas y brillantes que tiran para atrás. Nada que ver con la minifalda y top plateado que abría los conciertos de ‘Fever’, realmente una pieza de museo con la que te puedes quedar embobado mirando durante media hora.

La mayoría están en una sala donde se proyecta su última gira, el Showgirl Homecoming Tour, aunque otros, como los corpiños de plumas que tanto han dado que hablar, están casi a la salida para despedir al visitante. Una sutil forma de decirnos “Sí, puedo ser una hortera, pero ya quisieras ser tú ser una hortera como yo”. Pues sí, más quisiera, porque esos atentados estéticos ganan mucho en las distancias cortas. Además, deben de ser carísimos, porque esos trajes están protegidos por unas paredes de cristal.

Por último, y antes de acceder a la zona merchandising de salida donde todo es caro –un catálogo 35 libras, una camiseta 20, un llavero 5….- puedes ver una recreación de cómo es el camerino de la chica durante sus conciertos: un espejo lleno de notas, baúles repletos de zapatos y trajes, algunas pelucas, trajes colgados en perchas y regalos de los fans por toda la tela. Un ‘Dónde está Wally’ para sus fans ya que si miras con cuidado puedes encontrar objetos realmente graciosos que no os quiero desvelar.

Al salir puedes dejar una nota en un post-it en forma de corazón para Kylie -otra cosa es que se lo vayan a dar-. Claro, que choca mucho encontrarse justo después de bruces con una sala llena de antigüedades chinas y japonesas. Entonces te preguntas si es justo que Kylie ocupe espacio en un museo de arte. Mi opinión es evidente. ¿Y la vuestra?

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Publicado por
Claudio M. de Prado