De la indumentaria poco más que decir, pero el maquillaje y la peluquería merecen un capítulo aparte. Avril, punk ella hasta la médula, ha decorado su bella y lisa melena rubia con unas mechas fucsias de esas que ya no se ven por el mundo y que hasta la macarra de tu barrio ya ha vuelto a teñir de su color. Ella, seis años tarde, recupera el tinte de colores raros. Ahora viene lo más doloroso: ¿por qué las pestañas? ¿Por qué tanto horror? Ya que el rosa chicle parece ser su color preferido, ¿por qué no aplicárselo también sobre los ojos con unas pestañas postizas? ¿Y qué tal un rayote negro que me da un toque siniestro interesantísimo? Ni el maquillador de Boy George cometería estos desmanes. Y, por si todo lo anterior no le pareciera suficiente, lleva unas botas tipo Martens en los pies. ¡Un final perfecto!
Yo me pregunto intrigada, ¿qué les pasa a las cantantes adolescentes llegadas a la veintena al otro lado del charco? Espero que a María Isabel no le pase algo parecido…