Hace unos días comí con un amigo y me dijo:
-Me ha dicho mi ex que le han regalado un disco por su cumpleaños, que lo habías recomendado tú en el blog y que le ha parecido un horror.
Pasaron un montón de oraciones por mi cabeza en un momento para que este disco no fuera el de Amy Winehouse y al final el disco era el de Prin Lalá. El disco de Prin Lalá me gustó bastante cuando me lo compré, pero tampoco tengo la necesidad de ponérmelo muy a menudo, que digamos. Así que tenía muchas ganas de verlas en directo, a ver hacia qué lado se inclinaba la balanza, y la verdad es que todavía no lo tengo muy claro.
El concepto del show del pasado sábado era un concierto para niños a las 19 horas. Había algunos popis con sus bebés y algunos niños algo mayores, a juzgar por la energía que contenían a duras penas, con más ganas de un concierto de los Horrors que de esto. Los teloneros fueron The Marzipan Man, un grupo cuyo cantante (porque es un chico, ¿verdad?) se esforzaba en explicar sus letras, sobre animales que quieren ser personas. La mejor de sus aproximadamente cinco canciones pop con matices folkies interpretadas fue, sin duda, ‘Sometimes
‘.Al fin llegó la hora de Prin Lalá. La cosa prometía al principio: un tipo con un reloj de bolsillo hipnotizando al público y una chica sin parar de pasar una jarra de agua a otra en frente de un micrófono (‘En los pantanos de la memoria’). Detalles acústicos que pronto se verían arropados por un violín y un violonchelo y, por supuesto, las voces de hasta cinco niñas, unas bastante mayorcitas ya. La Galileo Galilei invitaba a que te metieras en la belleza de ‘Naves que dan vueltas a un balón’, sonrieras con la cotidianeidad de ‘Verano fatal’ o te emocionaras con ‘Con gotas de limón’, pero algo falló. Será la sensación de «fake» y desastre cuando te das cuenta de que la niña más pequeña no canta. O el descompás de la banda en directo a veces. O lo poco que se entendían las letras. Pero al final, creo que pesa un poco más la sensación de que el proyecto no va a pasar de ser una curiosidad o, como mínimo, un grupo de estudio. Una curiosidad eso sí que, por lo menos, ha dado un poco de color al indie español, que falta le hacía. 6.
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