CaCaótica Ana

Que quede claro que a mí Medem nunca me ha hecho nada malo y que no tengo animadversión alguna hacia su persona. Dicho esto, debo decir que sí, que habéis leído bien, que el título del post no es una errata ni una (ca)cacofonía. La nueva película del director donostiarra es una CACA. No digo que no se hagan películas peores en el cine español, que alguna habrá, pero ocurre que cuando se aspira a epatar y las pretensiones son tan tan tan tan elevadas, el hostión que deviene si la cosa sale mal es soberano.

El argumento de ‘Caótica Ana’ (que pretende ser «una oda a la lucha de la mujer por la vida», nada menos) es una especie de vuelta de tuerca a ‘El Sexto Sentido’, tan innecesaria como mal resuelta, contada en capítulos ordenados en una cuenta atrás que simula una hipnosis, lo que se agradece porque le recuerda a uno que cada vez queda menos sufrimiento por delante. Los personajes entran y salen de la historia disparados, sin ton ni son, esbozando apenas unos caracteres sobadísimos (el de Bebe, sin estar mal interpretado, acaba siendo un estereotipo feminista insoportable; el ‘personaje-Guadiana’ de Charlotte Rampling no tiene nombre) que toman protagonismo tan pronto como lo pierden, con unos diálogos que son un continuo despropósito, buscando dejar huella en el espectador con una filosofía vital de libro de autoayuda y dando en realidad risa de lo repelentemente pretenciosos que son (SPOILER: mención especial a cuando en una escena de pretendido clímax Ana dice «Ya sabes que no soy nada mística»). Las situaciones y escenas que parecen sacadas del manual del perfecto pijo-perroflauta (Ibiza, la escuela de arte -el ambiente pijoflauta está conseguidísimo-, la fusión de culturas, la libertad por toda la tela), la mezcolanza del hipnotismo terapéutico, la reencarnación, el videoarte, el sexo (que sería Medem sin su escenita de sexo sudoroso) con bien de enseñar las tetas de la niña al tuntún nos llevan a la absoluta nada.

Y, lectores, todo esto sólo ocurre en los tres primeros cuartos de película. Lo que viene después es algo que prefiero no desvelar porque la experiencia es digna de ver (cada uno decide el dinero que invierte en ello, eso sí). Sólo diré que es una espiral delirante de viajes por toda la tela (desde luego, tanto dinero despilfarrao en eso es doloroso) que acaba con una escena de no dar (crédito), en la que el título de este post toma todo su sentido.

Nunca hasta que he visto ‘Caótica Ana’ había tenido ganas de irme de la sala de un cine (no lo hice) y a la postre, reflexionando, creo que la única forma de haber disfrutado de la película es si me la hubiera planteado como una comedia (hubo varios momentos en los que no podía reprimir la risa). Lo único que salvaría es la aparición de Antonio Vega haciendo una emocionante versión de ‘Agárrate A Mí, María’ de Los Secretos, en la que sale hasta guapo, con lo malito que está el pobre. Eso es lo que le vale este 1.

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Publicado por
Raúl Guillén