Como todos sabéis, la que nos ocupa es la segunda parte del Grindhouse que junto al ‘Planet Terror’ de Robert Rodriguez ha ideado el director norteamericano. En esta ocasión, los zombies se quedan a un lado para contar la típica historia de chicas indefensas (muchas) atacadas por un psicópata (obligada recuperación de Kurt Rusell). Por supuesto, así contado suena muy simple. Puede que incluso lo sea. Pero lo increíble es que con semejante argumento Tarantino haya rodado posiblemente la que sea una de las mejores películas de su carrera. Así como os lo cuento. Me explico.
Sus anteriores filmes son como cortometrajes largos, algo así como ensayos para perfeccionar las señas de identidad de su cine. Un dilatado work in progress que alcanza su cenit con ‘Death Proof’, cinta en la que encontramos la sangre de ‘Reservoir Dogs’, los diálogos de ‘Pulp Fiction’, el homenaje clavado de ‘Jackie Brown’ o la tensa acción de ‘Kill Bill’ -la doble de Uma Thurman es una de las protagonistas-. De hecho, uno de los atractivos del filme es encontrar la inmensa cantidad de guiños para sus seguidores, algunos tan evidentes como la melodía que suena en el móvil de una de las chicas, otros más frikis como la marca de tabaco que fuman los actores en la pantalla o el cameo de secundarios afines al universo Quentin como Eli Roth.
Es posible que la primera mitad de la película os aburra un poco porque aparentemente no pasa nada hasta que pasa. También es probable que la segunda mitad os dé pereza porque da la sensación de que se repite la primera. No os dejéis llevar por falsas impresiones y esperad a que termine para valorar lo que acabáis de ver. El final convierte un coitus interruptus en el mejor de los orgasmos. 9