Otro año más empieza Gran Hermano, que es un programa donde van gentes de gran corazón y con la cabeza… pues muy bien amueblada. No nos apetece hacer un pasote de entrada como la del año pasado porque este programa cada vez es menos interesante. Así que tan sólo vamos a reflejar algunas opiniones que saltaban a nuestra mente ayer mientras veíamos el primer programa, que es el que ve todo el mundo porque el resto son infumables. Probablemente justo después se convierta en una coñata y lo olvidemos para siempre. En fin, ahí va la cosa:
– «Yo siempre he querido tener un hermano gemelo, para intercambiarme la identidad con él. Cómo mola, qué envidia».
– «Qué fuerte lo de meter a una ciega en una casa llena de escalones puestos con muy mala uva y adrede. Estoy escandalizado. Para próximas ediciones estamos esperando los siguientes concursantes: al violador y sus víctimas, el maltratador con la maltratada, el psicokiller y el paralítico cerebral que sólo tiene la capacidad de controlar sus funciones vitales».
– «Yo creo que Amor es un tío, ¿no?». «Jo, pues sí, tiene pinta». «¿Lo miro en La Mesa Camilla? Fijo que allí saben algo». «Va». «Pues sí, es un travelo«. «Ya te lo decía yo. Tanto concierto de Fangoria nos tenía que servir para algo, ya podemos desenmascarar travestis y transexuales a ojo».
– «¿Ha dicho gente xenófaga en serio? Jo, no puedo con este programa». «Jo, y acaba de soltar que quiere que su boda sea como la de Farruquito, ¡¡¡qué fan!!!».
– «¿Oye, en serio todas las tías son en plan despampanante?». «No, la hermana de la technoyoli