Por otro lado, tenemos que hablar de los diseñadores supuestamente modernos, que tampoco terminan de convencer. Lemoniez presentó lo que podría haber sido un desfile de H&M y Davidelfin repitió hasta la saciedad patrones que ya tenemos más que aprendidos. ¿A cuántas modernas veremos a partir de ahora con el broche-vudú? Seguro que a cientos.
Pero sin duda, lo más caspa es el público, la prensa invitada y su actitud frente a la pasarela. Fue francamente sonrojante ver cómo en la front row del desfile de Davidelfin había más prendas y camisetas del diseñador que en el propio catwalk. ¿Eso, por muy habitual que sea, no es una horterada, un poco como ir al Elástico con una camiseta del Elástico? Porque una cosa es que lo hagas y otra cosa es que además lo promociones, y hagas todo lo posible para que se note, que es muy cutre. También hay que decir que los famosos que asisten son de lo más caspa, la gente no se sienta ni a tiros hasta que no apagan las luces (vaya falta de respeto, por favor) y el resto de invitados suelen ser los amigos del diseñador, normalmente provenientes de esa parte de la modernidad madrileña mal entendida que todos conocemos y que está enganchada al Fotolog de mala manera, tanto que reducen su vida a él y se creen importantes por tener más de diez comentarios. Muy subidita veo yo a esta nueva generación de modernos. Reseñable incluso el trato a la prensa: ineficiente, ineficaz, lleno de fallos y con un cátering que da auténtico asco. Si sois periodistas en Cibeles lo sabéis: no habéis probado una comida peor en ninguna otra pasarela. Cualquier año sirven salmonelosis directamente, sin aditivos, sólo la bacteria.
Pero si hay que comentar algo CUTRE (así con mayúsculas y en negrita), esto es lo más vergonzoso: asistir después del desfile a la pequeña recepción con los diseñadores que se hace en la Sala Moët (el kissing room, como se le llama internacionalmente), cuando cientos de personas se meten en una sala llena de dorados a beber champán y se lanzan a por él como aves de rapiña porque se acaba y no hay suficientes benjamines para todos. Y claro, la gente se pone tó loca cuando llega y ve que no quedan, por lo que monta en cólera. Lo peor no es que esta gente pueda acceder y entrar a Cibeles, lo peor es que se toma muy en serio la pantomima que resulta la pasarela madrileña. ¿Qué por qué es una pantomima? Porque sinceramente: muy pocos diseñadores españoles se salvarían de la quema.