Aunque parezca meramente anecdótico, es importante contar que Vernon escribió y grabó estas canciones durante un confinamiento voluntario de tres meses del pasado invierno en una cabaña aislada en lo alto de una montaña en el noroeste de Wisconsin. Tras la escisión de su banda (DeYarmond Edison) y el fracaso de su vida personal, decidió purgar su mal momento a través de estas canciones. Ese espíritu de soledad y abandono sobrevuela cada segundo del álbum, se hace palpable y logra hacer partícipe e involucrar al oyente. A pesar de la falta de medios y de la precariedad de recursos, Vernon se ayuda de la imaginación para lograr un folk lleno de matices que a menudo escapa de las convenciones del género: capas de guitarras acústicas superpuestas, slides que campan a sus anchas por los altavoces, percusiones susurradas que acaban por estallar (literalmente: en el ‘Act II’ de ‘The Wolves’ te hacen creer que son fuegos artificiales), vientos que aparecen con discreción en el momento y lugar adecuados (‘For Emma’), teclados y efectos mínimos pero tremendamente eficaces y, sobre todo, su voz. El estremecedor y quebradizo falsete, casi fantasmal, de Vernon gobierna las canciones, doblándose y multiplicándose, coreándose a sí mismo y presumiendo de un sorprendente aire soul, que sin duda es su mejor arma y supone uno de los mayores atractivos del disco.
Esta tremenda obra, un grower en toda regla, consigue trasladarte a través de espeluznantes números como ‘Flume’, ‘Skinny Love’ (ese ‘I told you to be patient’ casi duele), ‘Blindsided’ o ‘The Wolves (Acts I & II)’ a esa lejana cabaña aislada por la nieve, que curiosamente acaba siendo un cálido y confortable refugio para este invierno frío.
Calificación: 8,5/10
Temas destacados: ‘Skinny Love’, ‘Flume’, ‘The Wolves (Acts I & II)’, ‘Blindsided’, ‘Re: Stacks’
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