Jane Birkin, única

Ayer por fin me iba a quitar la espinita que tenía clavada desde hace años de ver en directo a Jane Birkin, además, ya tenía yo los dientes largos. El Círculo de Bellas Artes de Madrid se llenó de bohemios pudientes, algún que otro famosete, profesionales de la comunicación y más de un nostálgico de los que vivió a Jane B. en aquellos lejanos años setenta. Está claro que los 40 euros que costaba la entrada no estaban al alcance de cualquier fan mileurista de a pie, razón, entre otras, por la que finalmente acudí sin compañía al evento.

Comenzó el show, estuve un rato sin reaccionar, como que no me lo creía. A sus 61 años, sorprende su aspecto juvenil y desenfadado y su soltura en cada movimiento, su mirada adolescente. Con ‘Sans toi’, ni corta ni perezosa bajó a mezclarse entre el público, momento que aproveché para avanzar casi hasta primera fila para poder hacer fotos y quizás grabar algún vídeo. La gente estaba encantada, ella era admirada y aplaudida, sonreía coqueta, desprendía cariño hacia su público. ¡Qué mágica Jane Birkin! Ahora sí que estaba metida en el concierto. Los tres únicos músicos que la acompañaban tocaban de todo. Aparte de la extensa sección de cuerdas -guitarras, arpa, banjo, etc…- al cargo de mi músico favorito, el pianista resultó ser un excelente violinista y el bajista tocaba además, y de forma simultánea, la batería.

Entre los temas de ‘Fictions‘ cabe destacar la preciosa ‘Steal Me A Dream’ con su mención especial a The Magic Numbers y ‘Home’ que animó bastante al público. Por suerte no se olvidó del ‘Rendez-Vous’, y de los duetos que más me flipan de ese disco. En primer lugar ‘T’as Pas Le Droit D’Avoir Moins Mal Que Moi’, después ‘O Leãozinho’ disculpándose por su mal protugués mientras preguntaba sonrojada si había algún portugués en la sala. Tampoco quedó fuera ‘Strange Melody’ que resultó más bonita de lo que la recordaba. ‘Je m’appelle Jane’ es sin duda el tema más grande de ‘Rendez-Vous’. Dis Birkin, c’est quoi ce vieil accent que tu traînes et qui te rend l’air antipathique ? / C’est l’accent britannique… adoro el ritmo, la rima, la cadencia de estas palabras. ¿Pero quién cantaba? Mickey en la letra, sí, pero resultó ser Stéphan, ¡el técnico de sonido! Fabuloso.

Conforme avanzaba el espectáculo la atmósfera se iba calentando y una Jane Birkin cada vez más cercana, recitó poemas, felicitó a sus músicos y en especial a ¿Christophe?, a quien cantó el ‘Cumpleaños feliz’. A estas alturas yo ya estaba con las lágrimas fuera, por lo que no me hizo falta fijarme demasiado en las brillantes pupilas de Jane para que me emocionara más todavía cuando nos cantó ‘Aung San Suu Kyi

‘ (premio Nobel de la Paz 1991) recordándonos las injusticias en Birmania por las que se sigue haciendo bien poco.

Serge Gainsbourg estuvo presente durante casi todo el concierto. Desde que cantó ‘Le moi et le je’ (vídeo de arriba) no dejó de rememorar su figura, lo que representó para la música, para todo un movimiento socio-cultural en Francia y sobre todo para ella misma, como mujer y como artista. Cada palabra (a matacaballo entre el inglés y el francés) me hacía estremecer porque parecía que Gainsbourg no sólo estuviera en la música ni en la más primitiva forma de recordar su persona, sino que estaba presente en varias dimensiones. Esta forma de permanecer, de dejar tal huella de generación en generación, de marcar tanto a tantas personas, permitidme la analogía y el salto de Francia a Jamaica, sólo la he visto en Bob Marley con la imparable Rita Marley como embajadora oficial. Tanto Bob como Serge tenían el indudable don de crear arte. No eran perfectos y sus vidas fueron inestables, marcadas por los escándalos, las drogas uno, el alcohol otro, etc. Pero eran personas verdaderamente atractivas, influyentes, con una espiritualidad no al alcance de cualquiera. La misma que les hace seguir vivos, la que se sigue respirando al oír sus palabras, escuchar su música o tener delante a las personas que los amaron.

Recuerdos de otras épocas llegaron con ‘Quoi’, ‘Ballade de Johnny Jane’ o ‘Ex-fan des sixties’. Y después de dos horas de un espectáculo impecable, Jane Birkin se despedía. Parecía hacerlo parándose en cada rostro mezclado entre el público. La ovación fue tal que en poco menos de un minuto Jane volvía a salir con el pianista para cantarnos ‘Manon’. Y ¿qué más puedo decir? Me sentía tan afortunada y desdichada a la vez que el llanto se había vuelto algo incontrolable y ya no me importaba lo que pudieran pensar a mi alrededor. Jane Birkin, con lágrimas en los ojos, pero sin dejar de sonreír, nos daba las gracias e intentaba consolar a mi músico favorito, el mismo que mencionaba ahí arriba, que también lloraba como un niño indefenso, el niño que todos -cada uno a su manera- nos llevamos ayer a casa después de este pedazo de concierto.

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Publicado por
Angèle Leciel