No es país para viejos

De los Coen siempre se dice lo mismo. Y con toda la razón. Su genialidad cinematográfica es indiscutible, así de simple, pero también lo es que de sus cabezas pueden salir tantas obras maestras -para mí ‘Fargo’ es lo más grande que se ha rodado nunca-, como mierdas intragables -¿a ver quién es el mono que se atreve a defender ‘Crueldad intolerable’?-. Pues bien, ‘No es país para viejos’ se mueve entre ambas orillas. Sin naufragar, afortunadamente.

Hablar de esta película es, evidentemente, hablar de Javier Bardem. Y tranquilos, que no voy a hacerme el snob diciendo eso de «pues no es para tanto». No es que pase de hacerme el guay, que me encanta, sino que simplemente estaría mintiendo. El tío es un puto genio, un actor con suerte que ha tenido la fortuna de agarrarse a este salvavidas antes de ahogarse por haber encadenado dos películas tan nefastas como ‘Los fantasmas de Goya’ y ‘El amor en los tiempos del cólera’, que por no merecer, no se merecen ni que las nombre.

Si se lo dan, y todo hace pensar que sí, el Oscar a Javier será uno de los más justos entregados en los últimos años. Desde Hannibal Lecter, no se había visto un malo igual en la pantalla. Y no me refiero a esos del susto y después la risa. Ni mucho menos. Cuando Javier aparece en pantalla convertido en Anton Chigurh, no sabes por qué, te encoges en la butaca, aguantas la respiración y sudas porque sabes que con él, nada bueno se avecina. Miedo como el que hacía tiempo no sentíamos. Por cierto, que los americanos dicen que el culpable es su pelo, pero la verdad, yo no conozco a nadie al que le enseñes una foto de Paquirrín cuando era niño y se asuste. Ojalá fuera tan simple como una peluca…

Pero vamos, que parece que la película es sólo Bardem y tampoco. ‘No es país para viejos’ no es de ese tipo de películas que se sostienen simplemente por la grandeza de uno de sus actores (en esta edición, ‘Elisabeth:La edad de oro’ es el mejor ejemplo). La historia, excepto por los últimos 20 minutos, no defrauda. Sólo por el enfrentamiento nocturno entre Bardem y Brolin merece la pena pagar la entrada. En cambio, al personaje de Tommy Lee Jones no acabo de cogerle el tranquillo. Para mí que ya le hemos visto antes hacer lo mismo. Tantas veces, que cuando su careto sale en pantalla, al menos yo, me cuesta entender el porqué de su presencia. Será que vi la película a las 10 de la mañana y estaba todavía algo dormido o será que su historia, como el Elástico, el Ocho, tampoco es para viejos… Qué fuerte, ahora por fin entiendo el título de marras. 7

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Publicado por
Claudio M. de Prado