La película en sí no es mala, lo que pasa es que le viene (demasiado) como anillo al dedo a Tim Burton, que es incapaz de explotar todo lo que puede ofrecer un actor como Johnny Depp encarnando a un personaje tan atractivo como Sweeney Todd. Pese a que la cinta empieza bien y promete, su parte central, en la que se cometen todos los asesinatos, flojea bastante. Y flojea porque la trama que se nos presenta es irregular, lenta, larga, aburrida y no tiene ningún sentido ni forma de ser: nos la tenemos que tragar según está. Así que ahí estás durante más de 30 minutos, viendo sangre por doquier y cuerpos que caen en una especie de carbonera, mientras el Depp y la Bonham Carter cantan una canción épica en lo que pretende ser el clímax de la película. Pues ni clímax ni nada, porque a mí, en vez de provocarme un erizado de pelos como es debido, lo más que llegó a arrancarme fueron un par de bostezos.
Vale que Johnny Depp esté soberbio, vale que la ambientación sea perfecta y que nos enseñe ese Londres de principios de siglo XX sucio, lleno de ratas y más gris que nunca. Vale incluso que la historia sea escalofriante y que en el teatro fuese una gran obra, pero hay que reconocer que Burton se aleja bastante de conseguir que nos inmiscuyamos en la historia como consiguió con ‘Eduardo Manostijeras’, ‘Big Fish’ o ‘Charlie y la fábrica de chocolate’. Esta vez, el director se ha quedado como a medio gas, siendo incapaz de imprimir toda la fuerza y la capacidad de emocionar con las historias que tiene Burton. Una lástima, la verdad. 5,5