En el punto de mira

A un salmantino como yo nada le puede hacer más ilusión que su ciudad salga en una superproducción de Hollywood. Acostumbrado a ver en la pantalla explotar por los aires ciudades como Nueva York o Londres, reconozco que cierto gesto de placer masoquista se asomó en mi cara cuando asistí desde mi butaca a la destrucción cinematográfica de la Plaza Mayor, en principio, clímax de esta película (y no, no estoy loco, simplemente me incluyo dentro de ese grupo de personas que tienden a destruir lo que aman para buscarse un drama, ya ves). Pero claro, lo ves una vez te gusta. Tres, te empieza a cansar. Cinco, ya te empieza a aburrir. Y ocho… ¿en serio era necesario poner ocho veces la escenita de la bomba? ¿Era necesaria esta tortura?

Reconozco que en principio la idea de la película no es mala. Un atentado terrorista visto desde ocho puntos de vista y una trama oculta que se va descubriendo en cada uno de ellos. La búsqueda de la verdad absoluta, si es que eso existe. Pero el problema es que lo que debería ser un rompecabezas inteligente y bien rodado, se convierte aquí en una suerte de puzzle para niños de tres años en el que las piezas ni siquiera encajan. El resultado del típico guión tramposo que cualquier estudiante de cine escribe en primero de carrera, tan falso como el decorado salmantino construido en México para la ocasión.

Paso de comentar los errores de ambientación en los que, excepto los españoles, nadie se va a fijar. Dan igual la multitud de mejicanos que pueblan Salamanca con banderitas de España en la mano para recibir al presidente de los Estados Unidos -estaría bien que nos quejásemos los que somos incapaces de distinguir un chino de un japonés-. No importan las ‘tradicionales’ corralas madrileñas, típicas de provincia castellana, habitadas por marroquíes que salen en la película. Tampoco las autopistas elevadas de seis carriles que pasan por el Tormes ni las palmeras tropicales que crecen en la Rua Mayor. Para mí, el mayor error de todos, es haber desaprovechado así un reparto compuesto por nombres como Sigourney Weaver, William Hurt, Forrest Whitaker, Matthew Fox (más guapo en ‘Lost’ que en la vida real, todo hay que decirlo) o Dennis Quaid. Salen poco y salen mal. Muy mal. Con deciros que el que mejor actúa es Eduardo Noriega, creo que lo digo todo.

Hace algo más de un mes, Salamanca se volcó en el estreno de la película cuando sus protagonistas vinieron a presentarla. Salieron al balcón del Ayuntamiento y el alcalde de la ciudad, Julián Lanzarote, recibió a actores y director con honores de Estado. Llegó a decir que «gracias a esta película Salamanca se ponía en el mapa». Casi ná teniendo en cuenta que hablaba de una ciudad con más de dos mil años de Historia. Pues no, señor Lanzarote, para mí, Salamanca pasa a la historia del cine con películas como ‘Nueva cartas a Berta’ de Basilio Martín Patino o, si me apuras, incluso con la infravalorada ‘¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?’, pero no con mamarrachadas así.

Perdonadme por este giro político en el último párrafo porque sé que os importa un rábano. Pero antes de que no volváis a leer una crítica mía por pesado, dejadme que diga una última cosa: Señor Julián Lanzarote, siga usted disfrutando en DVD de esta maravillosa película una y otra vez. Mientras, yo le desearé una larga y próspera vida para que llegue a los mayores visionados posibles. Tenga en cuenta que si quiero ser consecuente, esto es lo único que un masoca como yo, uno que siempre destruye lo que ama, puede desearle a alguien como usted.2

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Publicado por
Claudio M. de Prado