Y la verdad, qué acierto no haber vendido la entrada. Es innegable que, si no eres muy fan, los conciertos de The Cure terminan pareciéndote interminables, porque tres horas enteras más lo que toquen los teloneros es algo como un poquito too much. Pero, por otro lado, no creo que nadie se sintiese engañado o estafado por el precio de la entrada, porque se metieron al público en el bolsillo. Comenzaron con ‘Plainsong’ y siguieron con otros temas de ‘Disintegration’, con el público medio enfervorecido porque por fin estaban viendo a sus ídolos. Poco más tarde sonaron ‘Lullaby’, ‘Hot hot hot’ y las requetepinchadas ‘Friday, I’m in love’ y ‘Just Like Heaven’, aunque hay que decir que, con la edad, Robert Smith prefiere aun más ese punto oscurito y cada vez le gustan menos los hits, solo había que ver cómo cantó ‘Boys don’t cry’, que fue en plan: “bueno, aquí la tenéis pero no nos deis más la chapa”.
El grupo está en muy buena forma, y volvieron a hacer tres bises, como acostumbran. Robert Smith se emocionó bastante, y se despidió del público madrileño abrazándose a sí mismo mientras la multitud gritaba “Robert, Robert, Robert”. Eso sí, el pobre ya está muy desmejorado (aunque cumple sólo 50 años el 21 de abril), pero sigue siendo capaz de mantenerse tres horas en el escenario sin problema. Y sigue siendo capaz de emocionar con muchas de sus canciones a los que, aunque no seamos grandes fans ni tengamos todos sus discos, sí respetamos su trayectoria.