La canción más emblemática de la banda es ‘That’s Not My Name’. En ella Katie canta, entre otras cosas «I’m a riot». Es curioso recordar que ella no fue una riot grrrl sino una chica de una girlband llamada TKO que se dedicaba a telonear a grupos kk tipo Steps y Five. Su compañero de grupo ídem de ídem pero en una cosa llamada Babakoto. Estas circunstancias explican por qué los dos son tan monos.
No sabemos si estas circunstancias explican también por qué reciben críticas tibias pero lo cierto es que su disco, indie-pop-dance en la línea de CSS, es gracioso. Para muestra sus singles: ‘That’s Not My Name’ es el típico himno de autoafirmación infalible, ‘Great DJ’ nos habla de chicos, chicas y ritmos y ‘Shut Up And Let Me Go’, que ha alcanzado cierto éxito en EE.UU. gracias a una campaña de Apple, tiene un algo disco-funk que recuerda al ‘Another One Bites The Dust’.
La segunda parte del disco, la que de momento no contiene ningún single, está llena de pequeños guiños electrónicos que recuerdan a los pequeños guiños electrónicos de Placebo: un piano en lo que al principio parece una balada, ‘We Walk’, o un sinte a tiempo en ‘Keep Your Head’ o ‘Be The One’, hacen el grueso del álbum de lo más entretenido.
Sin embargo, hay una canción clave que separa este álbum de la masa. Se trata de ‘Traffic Light’, una canción retro absolutamente encantadora de ritmos jazzies, que podría estar en la banda sonora de Mary Poppins, pero que gracias a lo tontorrón de su letra («No seas un semáforo (…), no te pongas en rojo») donde está es en nuestros corazones para siempre.
Calificación: 7/10
Temas destacados: ‘Traffic Light’, ‘That’s Not My Name’, ‘Shut Up And Let Me Go’
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