Viernes al lado del Río

[La foto está hecha con un móvil, así que no seáis duros con ella…]

Para mí hacer una crítica de algo e intentar ser objetivo, estando Amy Winehouse de por medio, es harto difícil. Dicho esto, he aquí lo que dio de sí -en mi opinión- la jornada de ayer de Rock in Rio. El primer pasmo llegó al ver cómo la cola para coger el transporte gratuito a Arganda daba la vuelta completa al Santiago Bernabéu y el centro comercial de La esquina juntos. Por unos momentos me vi en casa viendo el concierto por televisión, pero la organización estuvo acertada y la cantidad de autobuses era tal que apenas se llegó a la hora de espera para coger un bus. Y eso que, con tal cantidad de gente, aquello podría haber sido una locura. Con todo y con esto, entre espera de buses, viaje hasta Arganda y cola de entrada al recinto, no llegué a tiempo para ver a Stereophonics.

Aquello, en honor a la verdad, es un poco cutrecillo. Me parece que llamar “Ciudad del Rock” a una explanada con césped de plástico, dos escenarios y no mucho más, es excederse un poquito. Mucho Movistar por todos lados, dando trato preferente a sus clientes para hacer uso de ciertas instalaciones o para entrar al foso y estar cerca del escenario (previo pago vía SMS con la palabra “foso”).

A las 9 en punto, y con el handicap de tocar aun a la luz del día, como un clavo, Wino apareció en escena. Vestido amarillo, corto y con escotazo, un poco más entrada en carnes, cardada hasta el techo, taconazos y copa en mano. La puesta en escena fue la habitual en los shows de Amy: ella, sus coristas saltarines y su banda de hombretones sobre el escenario.

Comenzó el show con ‘Addicted’ y la historia se repetía (una vez más): la gente, expectante, en su mayoría venía a ver a la yonki, la borracha, la anoréxica… Cada vez que se agachaba tambaleante y bebía un trago de su copa llegaba el aullido y el aplauso de la gente, jaleándola; justo después, esa misma gente chillaba “borracha”, “a ver cuánto tardas en desmayarte” y demás lindezas… En definitiva, otro día más en la vida de Winehouse: el público cebando al pavo para después darse el banquete.

Centrándonos en el concierto, Amy estuvo muy bien, con sus espasmos, sus movimientos, sus subidas de falda y sus bajadas a recoger la copa de vino del suelo para repostar, pero correcta, en su sitio y llegando donde tenía que llegar. No aguantó los taconazos ni dos temas, y se dirigió al público (la única vez que lo hizo) para parar el show un momento y ponerse sus (horribles) zapatos bajos. No hubo sorpresas en el repertorio, tocó todos los hits obligados (incluyendo el “Blake” en lugar del “Ray” en Rehab), hizo el repaso pertinente a ‘Back to Black’ y tuvo sus momentos de reggae y ska en los que cantó más el coro que ella. En lo que respecta a la voz, pues más de lo mismo. La gente en general la ponía a caer de un burro porque no sonaba como en un disco; es “la tía que canta como una negra” y la gente sigue teniendo en mente que si cantas como una negra tienes que chillar mucho, gorgoritear más y hacer todas las florituras posibles. Yo, personalmente, creo que la belleza de ver a Amy en directo es precisamente saber que vas a escuchar una voz que improvisa y que entiende cantar desde un punto de vista emocional; donde cada nota sale como sale cuando sale y sabes que la próxima vez, será diferente. Me gusta su imperfección y su suciedad porque es una muestra de su desnudez

¿Lo malo? Que Rock in Rio es un festival, con lo que ello conlleva: mucha gente, mucho ruido, muchos vatios de sonido mal empleados (porque sonaban tirando a fatal) y un timing muy ajustado que redujo la actuación a 50 minutos. Amy se fue a la francesa, sin decir ni pío y los demás nos marchamos a por bebidas.

Jamiroquai apareció a las 10.30 y lo primero que se evidenció es que los años hacen estragos en el físico; Amy tenía más carne, pero Jay directamente había engordado de lo lindo. Su cara era redonda y las bolsas en sus ojos enormes. De cualquier manera, esa primera impresión se quedó ahí, porque el directo de Jamiroquai fue buenísimo. Vocalmente Jay está (sigue) en plena forma y su show fue un subidón constante de funky y baile. Los kilos y los años no le resultaron ninguna molestia para no parar de moverse y darlo todo en el escenario. Versiones quizá excesivamente largas de sus temas fueron de lo poco que no me terminó de gustar. Cayeron temas inevitables como ‘Cosmic Girl’ o ‘Virtual Insanity’ y fue el único en tocar un bis en el Escenario Mundo durante la noche de ayer -‘Deeper Underground’-, que fue el momento de subidón colectivo donde lo dimos todo bailando mientras cerraba el concierto impecablemente.

Con un poco de retraso apareció Shakira pasada la medianoche. Tan rubia, guapa y flexible como siempre. A mí Shakira me cae bien y creo que su actuación fue muy buena por varias razones:
Primero: divismos. Cero patatero.
Segundo: Selección de temas muy buenos para un evento como este.
Tercero: Fue la más simpática de la noche y se metió al público en el bolsillo.
Cuarto: No apareció Alejandro Sanz por ningún lado y ‘Hips Don’t Lie’ la cantó en inglés.
Fue un gran cierre: con muchas canciones para cantar y la gente ya bastante etilizada, muy simpática y cariñosa.

Desgraciadamente, me quedé con ganas de Satoshi Tomiie en la pista dance (muy bien montada y visualmente muy bonita) pero sabiendo que aun me esperaba la romería de regreso a Madrid, decidí comenzarla pronto y volver a la aventura de los buses. En definitiva, aprobado para el Rock in Rio de ayer. Me lo pasé muy bien -patrocinadores mediante-, la organización fue buena, traen un buen cartel y además, algo de mucho valor para mí: las cervezas no eran muy caras.

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Publicado por
Kaperucito