Entrevista a Dustin Hoffman

Lo mejor de ser periodista, en mi opinión, es esto. No los regalos, no la fama (al que le llegue y al que la busque) ni tampoco entrar gratis a conciertos o fiestas varias. Lo mejor es poder sentarte 20 minutos a hablar con gente como Dustin Hoffman. Gente a la que nunca soñaste conocer que de repente se te sienta delante y te cuenta su vida con una sonrisa en la boca. Es uno de tantos a los que he tenido la suerte de entrevistar en compañía de un reducido grupo de compañeros de profesión, y aunque haya sido por una película como ‘Kung Fu Panda’ -como todas las de Dreamworks, la primera visión hace gracia, las siguientes cansan-, no se me ocurre mejor personaje para protagonizar mi última colaboración en JENESAISPOP. Considerad esta versión íntegra que por espacio no entra en ningún otro medio como el extra de un DVD. Lo dicho, un placer.

Su personaje en ‘Kung Fu Panda’, el maestro Shifu, tiene tanto que ver con usted que me veo obligado a hacer esta pregunta tan estúpida. ¿Cómo alguien tan pequeño puede ser tan grande?
Eso mismo me lo llevo preguntando yo toda la vida. (Se ríe). La verdad es que no sé por qué en nuestra cultura es un valor añadido ser alto. Me parece una tragedia.

A diferencia de otros actores, usted siempre ha admitido que le gusta hablar con los periodistas. ¿Es una terapia barata o algo así?
Creo que si lo he dicho es por los periodistas españoles. En serio, me lo paso genial hablando con ellos porque siempre preguntan cosas distintas. Me parecen muy inteligentes. Llámame loco si quieres…

Otra de sus afirmaciones más recurrentes era la de que nunca participaría en una película de acción. Y bueno, ésta, en cierto modo, lo es.
Cierto… ¿Pero no me estarás diciendo que esperabas que las estrellas de cine fuésemos perfectas, verdad? (Guiña el ojo y se ríe). No, en serio, hay algo en esta película, te guste o no el resultado, que es totalmente nuevo en el cine. Su ironía radica en que es una historia de superhéroes en la que el personaje principal es un panda interpretado por Jack Black, el antihéroe por excelencia. Quiero decir, aquí no está Superman, ni Batman, ni siquiera Indiana Jones. Bueno, está Angelina Jolie, pero… No sé, el argumento de ‘Kung Fu Panda’ conecta con esa parte implícita en todos nosotros como seres humanos que nos hace estar siempre insatisfechos y que nos obliga a buscarnos un ideal al que imitar. Ocurre desde el principio de los tiempos con la creación de figuras mitológicas, lo que pasa es que en el cine esas figuras son Bogart, Ingrid Bergman, Jack Nicholson… Pero en esta ocasión, la cultura de la identificación hace que la persona que queramos imitar sea Jack Black. Eso es lo que me pareció interesante del proyecto. Todos tenemos un superhéroe dentro. Sabemos que la vida es el juego más difícil, y solemos pararnos los pies por miedo al fracaso. Y este miedo es el que intenta erradicar este pequeño y estúpido entretenimiento llamado cine.

Sabe que ahora le va a tocar hablar de sus héroes…
Antes me han hecho esa pregunta y no he sabido qué contestar. Así que mientras he ido al baño he pensado una respuesta satisfactoria… Mis héroes son esos que no conocemos, y ésa es la razón por la que son héroes. Son la gente que no gasta su tiempo en ser famosos y que simplemente actúa cada día para conseguir un mundo mejor. Son los profesores, las enfermeras, los doctores… Para mí ser un héroe es alguien que, de alguna manera, es capaz de extender su yo a los demás, no sé si me explico.

Con una carrera tan impresionante como la suya, ¿por qué meterse ahora en este jaleo del doblaje de unos dibujos animados?
No me preguntes eso. Fíjate, yo pensaba que iba a estar en una habitación llena de micrófonos sentado con el resto de actores, pasándolo bien todos juntos, y resultó que no. La realidad fue que me encontré encerrado solo en un cubículo, mirando a un cristal en el que detrás estaba el director y los ingenieros de sonido moviendo botones… Para que te hagas una idea, es como si estuviera haciendo una entrevista para ti y tú no estuvieras allí. No sabía a quién estaba hablando ni qué estaba haciendo. En serio, la masturbación es mucho más interesante.

Usted que ha sobrevivido en Hollywood durante décadas… ¿Cómo ha cambiado la industria en todo este tiempo? ¿Qué es lo mejor y lo peor de ser hoy una estrella de cine?
Vaya, esto tiene una respuesta muy fácil. Cuando yo empecé a hacer cine, a finales de los años 60, se estaba gestando lo que se ha dado en llamar la época de oro del cine americano. Claro, que entonces no lo sabíamos. Entonces, en Hollywood sólo existían seis estudios y el cine independiente como tal no existía. De hecho, independiente era el cine europeo. Bueno, lo era y siempre lo será. El caso es que entonces los productores hacían películas con la única intención de hacer buen cine. Por supuesto que también querían ganar dinero suficiente para costear los gastos de producción, pero se focalizaban más en hacer un buen trabajo. Ahora sólo se fabrican blockbusters, se pelean por ser responsables de la película que más recaude en su primer fin de semana en cartelera sin importar otra cosa. Se preocupan más de la estadística demográfica de asistentes a la sala que de los guiones. Por eso hace diez años los proyectos más interesantes del cine americano venían de productoras independientes. Pequeñas productoras que han sido compradas por los grandes estudios intentando salvar su nombre. Por eso ahora siempre tienen dos nombres, por ejemplo, 20th Century Fox Searchlight. Ese Searchlight indica que están intentando hacer cine independiente. Y ojo, que no estoy culpando a los estudios de nada porque esto es un mal cultural endémico. Haciendo un símil deportivo, diría que antes funcionábamos como un equipo, y ahora todo es un partido de dos jugadores con la única mentalidad de ser el mejor. Lo que me recuerda que tengo que felicitaros por la Eurocopa.

¿Y usted se siente cómodo jugando a este juego?
Es que yo no tengo por qué jugar. Tengo la suerte de poder elegir no hacerlo. La verdad es que en 1966, te estoy hablando de hace más de cuarenta años, el éxito me tenía comprometido. Es totalmente cierto. Trabajaba porque entré en una espiral comercial en la que sólo escuchaba a mis agentes… Sí, entonces me sentía muy comprometido con el trabajo. Cuando alcanzas el éxito, algo de ti se va por el desagüe. La fama minimiza tu vida personal, te controla. Pero con el tiempo entiendes que no tiene por qué ser así.

En sus inicios tenía fama de ser muy concienzudo a la hora de preparar sus papeles. ¿Sigue necesitando un extenso trabajo previo o la experiencia lo cura todo?
Ahora no tengo que prepararme mucho los papeles, pero aprecio la pregunta y por eso te voy a dar dos respuestas. La primera, es que con el tiempo he aprendido mucho de mi propia psicología. El director de cine es, por definición, una figura paterna, y yo me he peleado con mi padre desde que tengo uso de razón. Así que cuando me di cuenta de que había una manera de trabajar con los directores sin tener que enfrentarme a un padre fue todo un alivio. Y aquí es donde entra la segunda respuesta, que es que la gente siempre quiere al que le haga el mejor trabajo. He aprendido a confiar en los que me dirigen, a no dudar de ellos. Siempre utilizo el ejemplo del cirujano cerebral que te va a operar y te saluda en el quirófano antes de anestesiarte. Nunca le dices sólo hola, sino que quieres decirle además lo buen chico que eres para que tenga cuidado. Pero no vas a discutir con él, sabes que es el mejor. O al menos eso es lo que tienes que creer.

¿Se considera actor o sólo un vehículo para el entretenimiento?
Eres lo que eres, y cuanto antes lo descubras, mejor te va a ir en tu carrera. Yo creo que por encima de todo soy un entretenedor. Por supuesto que quiero hacer mi trabajo de la manera más artística posible, pero sobre todo busco entretener a la audiencia. No quiero que mi trabajo se vea comprometido por creerme un genio porque lo único que busco es hacerte sentir en el cine cualquier cosa menos ganas de preguntar a tu compañero de butaca si quiere otra cocacola porque vas a salir a comprar una. Quiero que prefieras mearte en los pantalones a tener que ir al baño en mitad de la proyección.

Vamos, que no se toma demasiado en serio su vida como artista. Sabe que hay compañeros suyos que se sienten por encima del vulgo.
No, no, por Dios. El arte, el verdadero arte, es algo que funciona a todos los niveles, que toca la fibra de los más intelectuales y de la gente que nunca ha ido a la escuela. Es un misterio inexplicable. Además, yo no soy para nada un gran artista, ni siquiera un maestro. Sólo soy alguien que durante toda su vida ha intentado hacer su trabajo lo mejor que ha podido en el momento que lo ha hecho. Claro que a veces sabes que has hecho un trabajo extraordinario, no sé cómo, pero lo sabes. Lo mismo cuando lo has hecho mal. Supongo que es algo intangible que todo el mundo siente independientemente de cual sea su profesión. Los verdaderos genios existen, lo sabemos. Me refiero a gente como Mozart, que escribía cartas a su hermano sobre las cenas que tenía y gastaba páginas hablando de los aperitivos y los platos que le habían servido. Y entonces, casi al final, le decía que camino de casa, por la calle, había pensado en una melodía. Sin darle ninguna importancia. Por supuesto que le costaba trabajo tener que poner esas notas de su cabeza en una partitura. Lo odiaba. Pero la creación le venía sola. No era un trabajo que requería esfuerzo. Eso es para mi ser un auténtico genio.

¿Hay algún genio con el que le gustaría trabajar hoy día?
Me encantaría haber podido trabajar con Brando… Creo que Almodóvar es un genio también, aunque alguna gente me ha dicho que no es muy divertido trabajar con él, no sé si será verdad. Un genio… (Se lo piensa mucho) La verdad es que no lo sé. ¿Quién es el Welles de hoy? ¿El Fellini, el Truffaut, el Bergman del cine actual? ¿Quién podría filmar ahora una película como ‘El ladrón de biciletas’? Sinceramente yo no sé donde están los genios de hoy. Si que algunas veces veo películas en las que descubro a gente con la que me gustaría rodar. De los últimos, Cristian Mungiu, el director rumano que hizo ‘Cuatro semanas, dos semanas, dos días’. Cuando vi su película, no paré hasta conseguir su teléfono y le llamé a su casa en Rumanía. Le dije que me había encantado su trabajo, que me parecía increíble la planificación de la secuencia en la que, en una habitación, hay sólo dos personas: una mujer en la cama y un amigo hablándole. Mungiu sólo enfoca al amigo. Nunca vemos a la mujer. Así que le pregunté si era algo que tenía pensado hacer desde que escribió el guión. Él me dijo que sí, y yo le pregunté que por qué lo hacía. Su respuesta fue que sabía que no iba a tener presupuesto suficiente para hacer el contraplano de la mujer. Esa fue su respuesta.

Los comentarios de Disqus están cargando....
Share
Publicado por
Claudio M. de Prado