¿Revelación o timo? Glasvegas

El NME hace bandera de ellos como la mejor nueva banda del Reino Unido, lo cual enseguida nos hará pensar en otros que han gozado (o simliar) de tan dudoso honor como Little Man Tate, The View, The Twang, Razorlight, Kasabian… mejor no sigo, ¿verdad? Pero los elogios no quedan sólo ahí: el mítico Alan McGee, que un día aposto por novatos como Primal Scream, My Bloody Valentine o Teenage Fanclub, les proclama en su blog del Guardian como ‘Los nuevos Oasis’ (otros a los que sacó de su garaje). Y todo habiendo editado apenas un par de singles.

La cuestión es que Glasvegas no encajan en el patrón de las infinitas bandas británicas que aparecen al darle una patada a un bote de ale en cualquier rincón de «la pérfida albión» (toma recurso literario). Son tres chicos y una chica de Glasgow cuyas canciones (y estética) son una mezcla bastante equilibrada del pop vocal de los años 50 y el noise. Algo así como si el muro de sonido de Phil Spector estuviera construido a base de fuzz y distorsión. Y además está su estética, algo así como unos fans de Sisters Of Mercy convertidos al rockabilly, que dudo que sea la nueva tendencia en moda (me informaré al respecto, anyway). En fin, que mola poder hablar al fin de una nueva banda británica sin necesidad de mencionar a Joy Division, New Order o Franz Ferdinand (joder

, ya lo he dicho!).

Puestos en situación hay que decir que hasta ahora los singles de Glasvegas que han precedido a su debut (a editar por Columbia el próximo septiembre) no decepcionan. ‘Geraldine’ e ‘It’s My Own Cheating Heart (…)’ son bonitas canciones de clásicas melodías (a veces sonar clásico sin ser patético puede resultar más difícil que hacer algo que nadie haya hecho), herederas directas del rock and roll de Elvis emponzoñadas con capas de guitarras distorsionadas que emocionan de verdad. Y ‘Daddy’s Gone’, su gran canción a día de hoy, es de esas que (como las de los buenos Oasis, qué curioso) te hinchan el corazón y te elevan y dejas en repeat sin reparo. Desde luego, es una carta de presentación más que prometedora, pero también un arma de doble filo: qué difícil va a ser que no suenen repetitivos o cansinos en todo un disco largo.

Otro ‘pero’ está en lo que pudimos ver y percibir en su directo del pasado Summercase: aunque sonaban intensos por momentos, la falta de pericia o los nervios de su (por otra parte encantadora) batería Caroline McKay provocaron un drama cuando metía la pata de forma escandalosa en sus canciones más emblemáticas. Carol, reina.. ¡a ensayar!

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Publicado por
Raúl Guillén