Quantum Of Solace

No vamos a repetir eso de que Daniel Craig es el mejor James Bond de la historia porque es redundante. Sí, el mejor, y os calláis, que Roger Moore y Sean Connery estaban bien pero hoy los reivindicamos más por nostalgia que por méritos propios. Dicho esto, y sin que en esta afirmación tenga nada que ver ese día en que terminada una entrevista, Daniel me preguntó si nos conocíamos de antes dejándome totalmente prendado, puedo comentaros lo decepcionante que ha resultado esta segunda película de la era Bond D.C. (después de Craig), una confirmación más de que no a todos los héroes les sienta bien esa moda de mostrarlos al público como personajes multidimensionales llenos de sentimientos. Y que conste que con esto no estoy diciendo que no sea una buena idea que directores independientes como Marc Foster se acerquen al género de acción. Todo lo contrario. Siempre agradeceré que Ang Lee rodara ‘Hulk’ o Christopher Nolan ‘Batman Begins’… No es éste el caso.

A poco que os guste el cine sabréis ya que esta ‘Quantum Of Solace’ -bien rebautizada por algunos como ‘Cuánto sol hace’- empieza una hora después de ‘Casino Royale’, con un Bond muy enfadado por la muerte y traición de su amada agente Vesper y por eso en busca de constante venganza. Primera secuencia con una carrera de coches que no es que sea muy original y primer desconcierto del filme, que una de dos, o yo estaba muy distraído ese día, o no es muy entendible. Un jaleo de cuidado. Y es que todo pasa tan rápido, se cambia tanto de escenario y se hacen tantas referencias a ‘Casino Royale’ que es fácil que a uno le entre el complejo de abuela que ve la novela de sobremesa por la necesidad de preguntar al compañero de butaca eso de «¿Y éste quién es?», «¿Por qué hace eso?» o «¿Qué hace esa persona ahí?».

Eso sí, no todo son fallos, que aunque decepcionante, ‘Quantum Of Solace’ sigue siendo superior al resto de películas Bond. Excepto la primera, el resto de escenas de acción son increíbles, especialmente la persecución por las calles de Siena. Además, como ya pasaba en la anterior entrega, las hostias aquí duelen de verdad. Ahora, si tuviera que destacar algo, me decanto por el vestuario. Sean vaqueros, de lino o de traje, hay que joderse con lo bien que le quedan los pantalones al señor Craig. En serio, a falta de bañador, bienvenido sea un buen traje.

Y sí, os confirmo que Fernando Guillén Cuervo es uno de los malos -el villano principal no merece ser mencionado de lo soso que es-, aunque el español sólo aparece un par de minutos haciendo lo que todo malo debe de hacer en una película de Bond: saludarle y ser asesinado. Olé sus huevos, ya que gracias a esta breve intervención ha sido entrevistado en más medios que con toda su filmografía anterior. También os confirmo, para que luego nadie se queje, que el agente 007 no dice su frase más mítica ni tampoco bebe su bebida habitual. Pero oye, que no se echa de menos, ¿eh? Total, si cambia el continente, también debe cambiar el contenido. Una decisión arriesgada, sí, pero no por ello menos loable. Total, muy mal no lo estarán haciendo si ésta es ya la aventura Bond más taquillera de la historia. Todo gracias a espectadores como tú o como los mismísimos Príncipes de Asturias, que pagaron su entradita, bueno, la suya y la de sus cinco guardaespaldas, para verla el pasado sábado por la noche en los cines Ideal. ¿O es que creías que tenían sala de cine privada en La Zarzuela? Yo sí… Lo dicho, que los tiempos cambian. Pues vale. 6,5

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Publicado por
Claudio M. de Prado