Buscando un beso a medianoche

«El beso de Nochevieja. No es un beso cualquiera». Así arranca ‘Buscando un beso a medianoche’, comedia romántica filmada en blanco y negro que transcurre en Los Ángeles y en la que sus angustiados protagonistas intentan sobrevivir a la última noche del año. No es un día cualquiera. Cuando despedimos el año, es hora de hacer balance y de marcarse nuevos propósitos. Es casi una obligación disponer de un plan concreto y pasarlo bien.

Dentro de un tiempo, esta película dirigida por Alex Holdridge (‘Wrong Numbers’, ‘Sexless’) quizá sea recordada como un hito generacional que refleja a unos jóvenes que acuden a las redes sociales para ligar, conocen al instante lo que sucede al otro lado del mundo, pero que tal vez vivan más inmersos que nunca en el aislamiento colectivo. Wilson (Scoot McNairy) y Vivian (Sara Simmonds), arquetipos de esta misantropía vital, se conocen a través de una cita a ciegas por internet. No quieren pasar solos la Nochevieja y se escudan tras una coraza que oculta dos vidas sumidas en la tristeza por el fracaso amoroso y por la inquietante certeza de no encajar en el mundo.

Los Ángeles es ‘El Dorado’ al que acuden actrices y aspirantes a cineastas que sueñan con triunfar en Hollywood, como le sucedió al propio Holdridge, que tiñe la trama de tintes autobiográficos: el piso es el mismo al que se fue a vivir cuando llegó a la ciudad y hasta su divertido compañero en la ficción coincide con el de su vida real. Sin embargo, las cosas no siempre suceden tal y como las imaginamos y Holdridge utiliza ese gran plató que es la ciudad de Los Ángeles para, con un estilo ‘cinéma vérité’ y que evoca al Woody Allen de ‘Manhattan’, desmenuzar la agridulce realidad que se esconde tras cada esquina.

‘Buscando un beso a medianoche’ pone en entredicho a los que últimamente hablan de crisis del cine «indie», pero cuesta ensalzarla al nivel del mejor Richard Linklater (‘Antes del amanecer’) o Jim Jarmusch (‘Extraños en el paraíso’) como ya ha apuntado una sorprendentemente fervorosa crítica cinematográfica con el filme. Hay momentos en los que resulta francamente difícil empatizar con unos personajes que, por instantes, rozan el histrionismo y el patetismo sentimental. No obstante, es digno de elogio que películas apellidadas independientes se atrevan también con el andamiaje de la comedia romántica. El resultado, alejado de cualquier atisbo de pretenciosidad y adornado por una cuidada banda sonora (Okkervil River, Shearwater), es más que esperanzador y una recomendable terapia para las próximas fiestas navideñas. 7,5

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Hator