Kate Winslet (April) y Leonardo Di Caprio (Frank), diez años después de ‘Titanic’, se reencuentran en la gran pantalla para interpretar de forma magistral a un joven matrimonio abocado a la mediocridad. Siguen estelas de un tren que supuestamente deben tomar para arribar a un destino que nunca eligieron y que les engullirá. Ella es una frustrada actriz con aspiraciones bohemias, ganas de alterar la condena de vivir en un barrio residencial en el que no pasa nada y con más inquietudes que compartir pintas con unos soporíferos vecinos que supuestamente les admiran por ser «los jóvenes y soñadores Wheeler». Él, veterano de guerra y licenciado en Columbia, no es más que la sombra del fracaso de su padre, al que la primera palmadita en la espalda le hace creer que posee cierto valor como vendedor y que quizás sea algo más que el-típico-esposo-que-engaña-a-
su-mujer-con-la-secretaria y que se limita a tomar copas con los compañeros al salir de la oficina.
Pero a esta especie de ‘Madame Bovary’ del siglo XX, que ideó en los años 60 la pluma del ahora afortunadamente rescatado escritor Richard Yates, no le llegará su redención. Los Wheeler no irán jamás a París para cumplir un irreal sueño de experiencias artísticas y no descubrirán si son algo más que una mala copia de sus padres. April ha quedado atrapada en el tiempo y no dispone de escapatoria. Más de uno pensará que el divorcio sería una posible salida, pero Yates (hijo de padres divorciados y de vida desencantada) no da tregua. Su trágica realidad se impondrá sin un atisbo de luz y esperanza a la que agarrarse más que el bálsamo de las palabras de un iluminado perturbado, cuya interpretación le ha valido a Michael Shannon la nominación al Óscar. Su prueba final le descubrirá que, en realidad, odia a Frank, cuya máxima ilusión es sumirse en una actividad laboral que no le satisface, pero que le evita enfrentarse a la certeza de su ruina. Sufrirá por ello el resto de su vida y, lo que es aún peor, dos inocentes hijos y una vida que ya nunca será pagarán la factura de su cobardía.
A Sam Mendes, que vuelve a emplear de forma acertada la música (apoyado en la estupenda banda sonora de Thomas Newman) para crear dramáticos picos de tensión, se le podría reprochar que no indague más en las motivaciones intelectuales que revuelven a April o la casi nula presencia en pantalla de los hijos o familiares, pero aun así logra trasladar al celuloide una preciosista y elegante puesta en escena que deja patente su aprendizaje pasado sobre las tablas. Hollywood, una vez más, no se ha atrevido a nominar a una película valiente como ‘Revolutionary Road’. No sorprende, para eso ya están los Globos de Oro. Tampoco han reconocido la interpretación de Kate Winslet, algo que extraña más pues han preferido valorar su secundario papel en ‘The Reader’. Penélope Cruz puede que lo agradezca con su primer Óscar. Di Caprio a veces resulta histriónico, pero ¿no era del gusto de la Academia la exageración interpretativa? Otra vez será. 8.