Todo parece dispuesto para otro gran disco del músico de Chicago pero, como conjunto, ‘Noble Beast’ funciona solo a medias. Estas nuevas catorce canciones son más reposadas, menos amables formalmente y menos luminosas, y de ahí que los acercamientos iniciales sean menos gratificantes de lo esperado. Redunda en complicar la existencia de sus melodías interponiendo un buen montón de intros
y outros, alargando el minutaje innecesariamente. Quizá por todo eso se haga necesario emplear una buena dosis de paciencia para ver más allá y sobrellevar los cincuenta y dos minutazos de disco (eso sin contar el álbum instrumental que incluye la edición especial del álbum).Resulta, sin embargo, mucho más satisfactorio prestar atención a estas canciones como elementos individuales y observarlas como tal. Uno así percibe los aires a lo Harry Nilsson de ‘Oh No’, el efectivo power-folk de ‘Fizzy And The Dizzy Spells’, la calma tensa de ‘Tenousness’ y la belleza tranquila de ‘Effigy’ o ‘The Privateers’, o se sorprende con los efluvios a lo ‘OK Computer’ (¿soy yo o su voz recuerda a menudo a la de Thom Yorke?) de ‘Not A Robot But A Ghost’ o ‘Anonanimal’. En ‘Noble Beast’, Andrew Bird se pasea como un funambulista, violín al hombro, por el borde del abismo del aburrimiento pero, pasmosamente, logra mantener el equilibrio. Aplauso.
Calificación: 7/10
Temas destacados: ‘Oh No’, ‘Fizzy And The Dizzy Spells’, ‘Anonanimal’, ‘The Privateers’
Te gustará si te gustan: Final Fantasy, Feist, Fleet Foxes
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