El filme ha ganado ya diversos premios, desde que compitió por la Palma de Oro de Cannes: un Globo de Oro y un César, entre otros, y la verdad es que merece mucho la pena verlo, aunque también es interesante investigar un poco la historia que hay detrás de él (es decir, la Guerra del Líbano de 1982 y la ya mencionada masacre de Sabra y Shatila) antes de acercarse al cine. Que se trate de una película de animación ayuda también a ir desentrañando los hechos con cierta perspectiva, sin la opresión que podría provocar un hiperrealismo excesivo de lo que podemos definir como uno de los episodios más oscuros de la década de los ’80.
Ari Folman factura en ‘Vals con Bashir’ una película excelente (un poco monótona y quizás algo lenta en determinados puntos, eso sí), pero es capaz de contarnos la tristísima historia tras su participación en la guerra. Con un planteamiento muy facilito, que le lleva a indagar poco a poco en la historia que ha vivido y no recuerda, es capaz de asumir la parte de culpa que incluso los mismos israelíes fueron capaces de aceptar y reconocer en un momento determinado de la historia (no en vano, el Presidente del Tribunal Supremo de Israel asumió que su país era responsable, indirectamente, de un episodio que conmocionó a medio mundo).
Con una técnica fantástica en lo que a animación se refiere, que recuerda mucho a un cómic y se hace sencilla de ver y de entender, Folman va poniendo las cartas sobre la mesa, sin meterse demasiado en política y quedándose en la dimensión más cercana del conflicto, en la que nos pone a todos los pelos de punta: la humana. Quien espere ver en ‘Vals con Bashir’ un alegato pro israelí o pro palestino, va muy mal encaminado. Con una maestría digna de halagos, y huyendo del maniqueísmo imperante a día de hoy y de la eterna división entre buenos y malos del cine estadounidense, ‘Vals con Bashir’ se convierte en una película imprescindible, aunque un poco tibia, para comprender algunas de las noticias de hoy en día. 8