La película arranca con unos jóvenes tirados en la playa hablando de ir al Festival de Benicàssim y ahí se acaba lo interesante. Por lo demás, esta (mala) suerte de ‘Historias del Kronen’ no se sabe muy bien de qué va.
Las expectativas al sentarse uno en el cine a ver esto son bajas: pasar un buen rato entre escenas de sexo, delirios de amor adolescente y un poco de alcohol y drogas, aunque sea con moralina final. Es decir, disfrutar de una peli sin pensar. Lo que no te esperas, al ritmo que van hoy las series a lo ‘Alsa’, es que el de esta película sea tan pobre, basado casi en exclusiva en una sucesión de rayas de cocaína que se reparten sin ton ni son y sin que sepamos absolutamente nada de los personajes que se las están metiendo. ¿Es posible que toda esta sucesión de cuartos oscuros, sexo y drogas aburra? Parece difícil, pero sí.
La historia de las lesbianas está resuelta en dos escenas, casi literalmente, en toda la película. Tampoco sabemos nada sobre el personaje de Hugo Silva, el de Ana de Armas, el de Alejo Sauras, el de Mario Casas… todos pasan por la película sin el menor matiz, sin pena ni gloria, como actores porno que improvisan un guión sobre la marcha, con frases tan ilustres como «Cómeme las tetas» o «Pero si no te la he metido todavía».
Desde luego, puedes estar dispuesto a disfrutar ‘Mentiras y gordas’ como una película porno, al fin y al cabo Ana de Armas está buena y Yon González también, y todo el mundo tiene porno en casa, pero lo peor de ‘Mentiras y gordas’ es que ni en ese sentido provoca demasiado. Para excitar al espectador o bien tienes que ser basto y enseñar todo (‘9 Songs’) o bien convertir a los actores en morbosos a través de su personaje y psicología (‘Fuego en el cuerpo’, ‘Herida’, ‘Instinto básico’, ‘El internado’, ‘Física o química’, ‘Los Pacos’). ‘Mentiras y gordas’ no es ni lo uno ni lo otro y por increíble que parezca, no harás otra cosa cuando la veas que mirar el reloj a ver cuándo acaba. 0.