El caso es que ahora que se van a cumplir 24 horas de la triste noticia de su fallecimiento, ahora que he sido bombardeado por canciones suyas en cada una de las emisoras que he sintonizado en el coche mientras volvía de viaje, es cuando me he dado cuenta de lo alucinantemente rico y extenso que ha sido su legado musical para la Historia. Por supuesto que hace dos días si me hubieran preguntado por temazos de Michael hubiera podido decir una veintena de corrido y sin respirar, pero escucharlas desde la nostalgia cambia mucho las cosas. Cada canción me ha llevado a un momento vital de mi vida, llevando a mi cabeza escenas familiares como cuando me cagaba de miedo cuando mi hermana ponía el vinilo del ‘Thriller’ y se oía esa voz de ultratumba, momentos históricos como cuando todos asistíamos alucinados al estreno del videoclip de ‘Black Or White’, y tardes de farra con los amigos agarrándonos el paquete dando grititos.
Diréis que qué pena que tenga que morirse un grande para que algunos apreciemos su grandeza en toda su extensión. Y yo ahora lo secundo y me arrepiento de haberle negado tres veces, como San Pedro a Jesucristo. Qué pena que el amarillismo me haya puesto una venda en los ojos y me haya impedido ver que pese a todo, en una balanza con un platillo cargado con todo el circo y el otro cargado de canciones del Rey del Pop, gana la música.