Discos de la década: The Knife

En 2006 nació JENESAISPOP y, como éramos jóvenes e inexpertos, elegimos un sistema de votación para los discos del año un tanto extraño que nos dejó bastante insatisfechos. El sistema premiaba demasiado a los discos que a toda la redacción le gustaban un poquito (Pipettes), y relegaba los discos que, aunque le gustaban mucho a algunos miembros, a otros nada, como The Knife, que se nos quedaban fuera del top 50, en un triste puesto 75. Bueno, por lo menos no puntúamos el disco con una estrella como la revista Q.


La noticia de que Pitchfork elegía ‘Silent Shout’ como número 1 del año, un disco sueco al fin y al cabo en un medio americano, nos sorprendía. A la larga, ha resultado una de las claves de que este medio sea tan influyente. A dos miembros del equipo les encantaban The Knife, pero personalmente sólo me di cuenta de lo bueno que era el disco mucho tiempo después, cuando empecé a escuchar muchos de sus temas, singles y no singles, en diversos clubs, y comprobé lo bien que funcionaban en la pista y lo difícil que era confundir a The Knife con cualquier otra banda.

De entrada la voz de Karin Dreijer Andersson, ahora conocida como Fever Ray, tenía un algo a la de Shirley Manson, y quizá el sonido del grupo hubiera solucionado esta década a Garbage, pero Karin se hunde, muy sabiamente, en distorsiones, vocoders y sintetizadores de todo tipo.

The Knife lo conforman dos hermanos, Karin y Olof Dreijer, y las funciones de cada uno están muy bien diferenciadas y aplicadas: ella se encarga de las letras y él de la música. Ambas partes se compenetran perfectamente en un concepto que termina de redondearse en su estética. Olof, que vive en Berlín «porque en Suecia no hay clubs», sólo escucha techno, ambient y minimal, música sin voces. En una entrevista para Pitchfork

que ahora resulta histórica (casi toda la información de la Wikipedia viene de ahí y el grupo es muy poco dado a aparecer en público), cuenta que a veces no entiende lo que canta su hermana. Y tanto si se entiende como si no, da igual.

Sirva como ejemplo ‘Na Na Na’. La letra es indescifrable, pero la música nos da una idea muy clara de lo siniestro de lo que nos está contando. Cuando lees lo que canta Karin, puede que esas referencias a spray de pimienta no fuera lo que te esperabas, pero esos «zapatos que corren más rápido de lo que viola un violador» es ciertamente lo correspondiente a una ambientación tan fría y oscura.

The Knife habían publicado un primer álbum que pasó desapercibido (no fue triple platino precisamente como informa la Wikipedia). Fue en su segundo cuando empezaron a tener éxito más allá de un par de críticas en revistas de tendencias. José González se fijó en ellos y versionó su canción ‘Heartbeats’, revisión que terminó en un anuncio para horror de un grupo que canta sobre familias comunistas y no quiere saber nada de la industria. Pero si aceptaron, irónicamente, fue para tener dinero para publicar por su cuenta este tercer álbum, que era un consciente regreso al sonido de su primer disco, un rechazo de los sonidos más pop del segundo.

A pesar de ello, ‘Silent Shout’ es tan bueno que se extrajeron hasta cinco singles, entre los que incluso hay un dueto con Jay-Jay Johansson, ‘Marble House’. Es un excelente tema, aunque aún mejores son los dos que abren el CD, ‘Silent Shout’ y ‘Neverland’, donde se ve perfectamente que lo de The Knife no tiene absolutamente nada que ver con el synthpop o el electropop al que estábamos acostumbrados en los primeros años de la década. Lo suyo tenía algo de industrial y de IDM y mucho de siniestro.

Casando con esto, sus letras, no siempre construidas en el mejor inglés ni con rimas espectaculares, hablaban sobre estar atrapado o morir en vida: «No podemos esperar mucho más / Queremos recuperar la felicidad / Queremos controlar nuestros cuerpos / Todo lo que no hemos tenido», cantan en ‘From Off To On’; o «El doctor vino por la mañana, tomó mi mano y me preguntó: «¿valió la pena?» «¿Podría ser peor?» en ‘Still Light’.

Lo entumecido, inmóvil, frustrado o muerto, les llama mucho la atención y citan entre sus influencias a cineastas como David Lynch y Aki Kaurismäki, o el cine coreano. También reflexionan sobre el feminismo, el arte y la pornografía en ‘One Hit’. Esquivo con la prensa, el grupo, incómodo porque les empiezan a reconocer en Suecia, se hace las fotos promocionales del disco con una máscara de carnaval (curiosamente la canción que menciona el comunismo, también menciona una máscara, «dicen que tenemos un comunista en la familia, tuve que ponerme una máscara»). Cuando ‘Silent Shout’ recibe los premios Grammis (Grammys suecos) a los compositores del año, productores del año, grupo de pop del año, disco del año y artista del año, no acuden a la ceremonia. Anuncian, en el mejor momento de su carrera, que no volverán a trabajar juntos hasta 2011. Grandes.

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Publicado por
Sebas E. Alonso