Gordos

En serio, tenemos un problema. Un actor español como Antonio de la Torre se convierte en el increíble hombre acordeón pasando del sobrepeso al silfidísmo en sólo unos meses para hacer más creíble su papel en esta película, y nosotros aquí ignorándolo como si nada. Ahora, si es Renée Zellweger la que se come unos cuantos donuts para meterse en la piel de Bridget Jones, todos se hacen eco de la noticia como si su desgarradora hazaña fuera digna de la mismísima Juana de Arco. La alabamos por su valentía como mujer y por su valentía para dejarse abandonada para ser gorda. Nos hacemos partícipes de un peloterío hipócrita que lo reduce todo a unos simples michelines que, por cierto, no nos engañemos, en cualquier otra situación criticaríamos a pesar de que precisamente de lorzas sabemos un rato. Como si humor se escribiera con G de gordos, que son los mismos que suelen ocupar la gran pantalla sólo para hacer gracia al público con sus miserias ajenas. Así que si algo hay que agradecer al joven director Daniel Sánchez Arévalo es su valentía de intentar cambiar este hecho.


Pero las buenas intenciones no son suficientes. Vale que superar un trabajo tan perfecto como ‘AzulOscuroCasiNegro‘, su opera prima, era prácticamente imposible, pero precisamente por eso Daniel debería haber apostado para su segundo trabajo por una historia menos ambiciosa, al menos en lo que a número de personajes se refiere, que jugando a ser Robert Altman lo más posible es salir escaldado. Y es que en ‘Gordos’ todo sería estupendo si no fuera, precisamente, por la cantidad de historias que se desarrollan, que aunque todas están unidas gracias a una terapia que muchos habríamos abandonado en la primera sesión, se acaban perdiendo en los dimes y diretes de unos conflictos algo estereotipados. Problemas que restan credibilidad al fondo de la cuestión, ése que nos dice que el sobrepeso es sólo la punta del iceberg. Aunque habrá quien al final, como el director, se quede sólo con la forma. Así es la gente.

Menos mal que el naufragio total del filme se evita gracias a un grupo de actores que, en su mayoría, defienden sus personajes con la desnudez física que lo emocional demanda. Gente como Roberto Enríquez, que por fin encuentra el protagonista que durante años se le ha negado; Leticia Herrero, que junto a Raúl Arévalo da vida a una de las parejas más creíbles y cómicas del filme; Pilar Castro y Veróncia Sánchez, cara y cruz de un mismo drama, la adolescente Marta Martín… No se puede decir lo mismo de Antonio de la Torre, cuyo trabajo resulta algo irritante dando vida a una suerte de némesis homosexual de Pablo Motos. Mira que me gusta este hombre, actuando también, pero aquí no me lo creo. Repito mi total devoción a su compromiso físico con el papel, pero reduciendo su mérito a unos kilos de más estaría cayendo en aquello que la película pretende denunciar. Y no, no me da la gana. 6

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Publicado por
Claudio M. de Prado