Y es que ‘After’ habla de drogas, de sexo y de mucho desparrame, sí. Pero donde otras han caído en el morbo más fácil y chabacano, en el mensaje infantil y descabezado, aquí se utiliza el desmadre como parte de una historia más deprimente y desoladora que habla, como el propio título indica, de lo que viene después. Pero no de la resaca del exceso, que también, sino después de la adolescencia, del éxito laboral y personal, de la primera vez de las cosas, de aquellas metas que soñamos por alcanzar y que nos dejan vacíos pensando que ahora qué. En definitiva, una reflexión sobre el paraíso perdido, sobre la crisis de los 40 (que son los nuevos 30) y sobre el inconformismo que nos asola a aquellos que despertamos un día descubriendo que no somos ni de lejos lo que soñábamos ser a estas edades. O sí, lo que es todavía peor.
Por ‘After’ caminan tres personajes, tres amigos interpretados por Guillermo Toledo, Tristán Ulloa y Blanca Romero que quedan para pasar una noche de fiesta después de haber estado un año sin verse. A partir de ese encuentro, y con la repetición del ‘Beneath The Rose’ de Micah P. Hinson y el ‘Rock Bottom Riser’ de (Smog) como banda sonora de fondo, es como se explica, en un puzzle de tres capítulos que juega con la estructura formal y las perspectivas, la miseria escondida tras la aparente felicidad de unas personas que se tambalean hasta la madrugada con un corazón iluminado en la solapa. Aguantando hasta el final para no tener que despertar.
Podría ponerme más técnico y hablar de la fotografía, que es excelente. También de la buena mano del director a la hora de elegir el lenguaje narrativo de la cinta y de las excelentes actuaciones de todos los actores -y cuando digo todos es todos- dando vida a unos miserables tan reales que te los llegas a creer. Pero sólo estaría quedándome en la superficie del tema. Porque lo que hace buena a ‘After’, que algunos han identificado ya con cierto desacierto como la ‘Historias del Kronen’ de esta década, es el poso de desánimo y desesperación que te deja al terminar la proyección. Porque la película no concluye, no cierra nada, sólo expone y tú juzgas. Algo así como un test de Rorschach en el que todo cambiará según los ojos que lo miran. De momento servidor, a pesar de no haberle gustado lo que ha visto en esas manchas, ha salido encantado de la experiencia. 8