El personaje de Olivia de Happyland en sí mismo conforma ese mundo de fábula en el que la autora se resiste a crecer y mira continuamente a la infancia y a la transición al mundo adulto. Aprendiendo a amar y a desamar con el deseo de ser cuidado como un animal herido -pero haciéndose fuerte al minuto siguiente- Olivia planta cara al mundo con una fuerza que de tan brillante en ocasiones se hace poco creíble.
Por suerte, el álbum esta cargado de magia, de esa que hace creer en el ratón Pérez y vuelve los sueños realidad. Algo que queda patente en la instrumental y de aires circenses ‘Happyland’, una de las perlas del álbum. ‘Mi último error’, abriendo el álbum, mejora con creces la versión maquetera y pasa a ser un hit pegadizo y siempre agradable de escuchar. Como sucede con ‘Felices novios’, una canción atemporal con sencillas pero bonitas metáforas sobre la muerte y el amor.
‘Casi feliz’ está dedicado «a todos los animales del mundo». Por eso tal vez le falte a sus letras el drama de haber tocado fondo de verdad, ¡que ya sufre bastante castigo el mundo animal! Y aunque hable de las cosas que sentimos todos cada día, se echa de menos cierta crudeza o picardía en su mensaje. Aunque a algo de eso puede que se acerquen la simpática ‘Pierdo el camisón’, la algo más oscura ‘Chica del tiempo perdido’ o ‘Mamá’, que relata la pérdida de la figura materna a una edad temprana.
El segundo corte, el tema que da nombre al álbum, describe ese extraño estado que nos encanta a los seres humanos cuando tenemos todo delante para ser felices pero no nos da la gana creérnoslo. ‘Casi feliz’, es casi lo que ocurre oyendo el álbum entero. Mi disco del año de hace veinte años.
Calificación: 6,75/10
Lo mejor: los coros de Celia, ‘Mi último error’, ‘Felices novios’, ‘Happyland’
Te gustará si: te sigues sintiendo un niño, te gustan los gatos o las canciones de Ella Baila Sola
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