He aquí la escena fatal de la que se presume la «comedia indie del año» que todo el mundo indie tiene que ver, aunque, la verdad, te reirás viéndola pero te reirás POCO. La escena fatal, que no es ningún «spoiler» porque sucede al principio, reúne en el ascensor de una oficina de tarjetas de felicitación a la guapa de la planta, con fama de antipática, y al pringadillo enamoradizo a quien se compara en un momento con el joven Werther. Él, que es de esas personas que antes de salir por la puerta de su empresa ya lleva casi una canción entera escuchada con los cascos, ni la mira; pero ella se da cuenta de que está oyendo a los Smiths, le dice que es muy fan y para qué queremos más.
El público de este tipo de cine indie romántico norteamericano, en la onda de ‘Juno‘ y la preciosa ‘Olvídate de mí’, no necesita más que una canción de los Pixies en un karaoke o una mención a Belle & Sebastian para que una película sencillita pase a ser de simpática a completamente entrañable. Hay una escena inofensiva en este filme en la que suena una de las mejores canciones de los Smiths (aparte de la del ascensor, que es ‘There Is A Light That Never Goes Out’), que no sabemos si de patética o de bonita, se tarda en olvidar. Y ese es el encanto de ‘500 Days of Summer’ (cuya traducción por cierto en salas españolas no tiene ningún sentido, ya que el personaje interpretado por Zooey Deschanel
Joseph Gordon-Levitt y Zooey, que ya eran una monada por separado, son todavía más monos juntos, y aunque el recurso de desordenar los 500 días de la película y de mostrar una historia de amor que no termina de arrancar («porque le gusten las mismas cosas friquis que a ti, no tiene por qué funcionar», le dicen a él) no dan como resultado un gran peliculón de la historia del cine, Marc Webb logra algo más que un bonito videoclip, gracias a algún punto cumbre como la escena en que divide la gran pantalla entre «expectativas» y «realidad» o el desarrollo estético, basado en las ilusiones de arquitecto de él, del final de esta misma escena. 7,5.