Claro que siendo sinceros tampoco tenemos que llevarnos las manos a la cabeza. Que Emmerich es un director al que la historia se la suda mientras haya unos grandes efectos especiales por medio no es ninguna sorpresa. No hay que crucificarle por ello. Basta con repasar su filmografía para constatar que ‘Independence Day’, ‘El día de mañana’ o ‘Godzilla’ nunca buscaron cambiar la historia de la narración cinematográfica. El tío, al que tuve una vez la ocasión de entrevistar, es agradable en las distancias cortas. Vende lo que ofrece, no engaña y no se come demasiado la cabeza. En cierto modo es hasta agradable encontrarse con cineastas que lo único que quieren es hacértelo pasar bien mientras vacías tu cerebro y te comes unas palomitas. Puedo confesar, sin tira negra en los ojos que oculte mi identidad, que la mayoría de sus anteriores títulos me han entretenido. Pero lo siento, Roland, el ladrillo que te has marcado esta ocasión es imperdonable.
La historia, por si algún despistado no se ha enterado, cuenta cómo unos cambios de temperatura de nada en el núcleo de la Tierra provocan un desplazamiento de las placas terrestres y, con ellos, la casi total eliminación de la raza humana. ¿Casualidad? Evidentemente no, todo ocurre en el año que da título al largometraje, supuesto fin del mundo predicho por los Mayas en su calendario que, aparte de falso, ya sirvió de trama final para otra ficción, ‘Expediente X’, aunque en la serie era la colonización extraterrestre, y no unos terremotos, erupciones e inundaciones, la que llegaba poco después de la celebración de los JJ.OO. de Londres. Porque los Juegos se celebran. ¡Vaya si se celebran!
‘2012’, al que podríamos llamar ‘El día de mañana extended’ y no estaríamos mintiendo, reúne a lo largo de casi tres horas los clichés básicos de toda película Emmerich: familia normal de padre-héroe anónimo que lo mismo conduce que pilota un avión comercial, presidentes de los USA salvamundos, un loco desequilibrado que siempre acaba teniendo razón, personajes simpáticos que mueren casi llegando a la meta, animales que valen más que personas, fuego, grietas y agua, reflexiones de primaria sobre todo lo que debemos al tercer mundo y, por supuesto, planos, muchos planos, de ciudades del mundo cuyos principales monumentos siempre se ven desde cualquier ventana. Pequeños destellos de sátira política, principalmente dirigida a Berlusconi, aparecen también de vez en cuando, pero ni por esas se salva el barco.
Por supuesto, que te digamos todo esto sirve de poco. Algo tienen las catástrofes para atraer irremediablemente a todo el que a una taquilla se acerca. Pero por lo menos llévate un cojín lumbar o tómate un Myolastan que alivie el dolor de culo y espalda al estar tanto tiempo sentado en la butaca. Total, sólo los ricos se salvan. ¿Por qué privarnos de nada? 2
Bueno, no, que hay un perrete listísimo que cruza un abismo haciendo malabares sobre una cadena y eso se merece una revisión de la nota. 3