Probablemente nadie habrá exprimido tanto la idea de metavídeo como Roman Coppola, también hijo de Francis, cuando dirigió el clip ‘Funky Squaredance’ de Phoenix. El vídeo incluye los mails entre Roman y el grupo sobre la propuesta, el bajo presupuesto de que disponían o todas las ideas que surgieron. A lo largo de los 10 minutos de la canción, Roman va explicando mediante texto todas las anécdotas, aunque posiblemente lo mejor ocurra en el minuto 3.30, cuando, a instancia de su hermana Sofia, incluye un vídeo de su novia bailando en ropa interior en casa «porque todos los vídeos tienen que incluir a una chica».
El gran clásico del género probablemente sea el reconocido ‘Sugarcube’ de Yo La Tengo
. Parece que empieza el clip… pero no. Les interrumpe su discográfica para preguntarles de muy mala manera si tienen miedo de ganar dinero o qué. «¿Queréis que mi mujer e hijos pasen hambre?», dice el tiparraco, tras lo cual les mandan a una escuela donde transformarse en estrellas a lo Kiss rápidamente. Buenísima la escena en que Ira Kaplan se encierra en el váter para tocar el clarinete y es descubierto.El pop también ha utilizado el metavídeo para dotar a sus artistas de autenticidad. ‘Torn’, la exitosa presentación de Natalie Imbruglia, incluía en casi la totalidad de sus planos a peluqueros, iluminadores y scripts que rompían el momento de intimidad, pasión y química entre la cantante y su compañero, que el espectador sospecha que tendría que haber protagonizado el vídeo en realidad. Queda clara la moraleja: aunque el artista parezca prefabricado, la imagen que se da es que hay algo genuino detrás.
No habla sobre la realización del vídeo (¿o sí?) sino sobre un libro, pero entre las múltiples variantes hay que incluir esta obra maestra que realizó Michel Gondry para ‘Bachelorette’ de Björk, sobre los límites de la autorreferencia, la locura del continuo «cómo se hizo» del «cómo se hizo» o la angustia de la metahistoria llevando a la destrucción.