La fiebre del biopic llega a Gucci

Este 2009 hemos tenido dos películas dedicadas al mundo de la moda muy sonadas. La primera fue ese biopic un poco fiasco sobre la vida de Coco Chanel, un tanto edulcorado con la figura de Audrey Tautou; y el segundo y más reciente es The September Issue, un documental protagonizado por ese hueso duro de roer que es Anna Wintour. En estos días hemos sabido que Santa Angelina está en conversaciones para aparecer en un film sobre la casa Gucci, dirigido por Ridley Scott. ¿Conseguirá el director de ‘Alien’ sacarle todo su jugo a esta casa de moda con casi un siglo de historia, llena de trapos sucios e intrigas familiares? ¡Por favor, que sea capaz!


El caso de Gucci resulta especialmente interesante en el mundo del cotilleo de la moda. Y es que si bien hoy es un conglomerado internacional que aglutina a firmas como Balenciaga, Bottega Veneta, Yves Saint Laurent o Alexander McQueen, en sus inicios fue una empresa familiar donde se sucedieron las intrigas y dramas más interesantes. Además, en las últimas décadas ha pasado por épocas gloriosas (léase Tom Ford) y de auténtica decadencia (cuando hubo hasta pasta de dientes con su nombre), por no hablar de algún asesinato que otro. ¿Qué sabes de Gucci aparte de que es el estampado preferido de Cristiano Ronaldo? Hay mucha tela que cortar aquí, y nunca mejor dicho.

Esta casa la fundó Guccio Gucci en 1921 en Florencia como fabricante de bolsos y maletas. Pronto abriría su primera boutique en Roma, y la empresa de tipo familiar continuó su crecimiento felizmente, superando incluso las guerras mundiales, hasta la muerte del patriarca en 1953. En aquel gallinero había nada menos que cuatro, los cuatro hijos Gucci, que empezaron ya en aquellos tiempos con las luchas intestinas. Fue Aldo el que comenzó la expansión internacional con muy buen tino, inaugurando la primera tienda en Nueva York. Pero mientras el negocio crecía como la espuma, también dejaba al descubierto algún escandillo de nada, como una evasión de 7 millones de euros en impuestos.

El logo con las dos Gs enfrentadas se consolidaba como símbolo de lujo y exclusividad sobre todo tipo de accesorios y complementos, con clientas como Jackie Kennedy o Grace de Mónaco. A la vez, las malas decisiones de los hermanos Gucci empezaban a ser notables. Por ejemplo, Aldo y su hermano Rodolfo controlaban el 50% de la empresa, y decidieron desarrollar una la Gucci Accessories Collection (GAC) para competir con la división de perfumería, bajo el mandato de los otros dos Gucci. Al final resultó un desastre porque la GAC quedó relegada a una especie de productora de pequeñas baratijas como bolis y mecheros.

De hecho, después de su época gloriosa durante los 60 y 70, en los 80 Gucci era una firma hortera gracias a que el hijo de Aldo, Paolo, creó en 1983 una nueva división llamada Gucci Plus, como una segunda línea aún más barata. Rodolfo y Aldo continuaban con los perfumes pero, con la muerte del primero, fue el hijo de Aldo, Maurizio, el que tomó el poder y aliado con su padre inició la decadencia total de la casa. Era 1983 y era cuando Gucci vendía licencias con su nombre por doquier. Era el fin del lujo, pero el pistoletazo de salida del cotilleo.

Con Maurizio empezaba también el culebrón 100% tabloide al casarse en 1972, contraviniendo todas las decisiones de su familia, con una tal Patrizia Reggiani, hija de un camionero y una auténtica cazafortunas. El drama llegó cuando esta mujer pagó a unos sicarios para que asesinaran a su ya ex marido en 1995, tras una truculenta historia de amantes y consultas con videntes. Aquí es cuando aparece Ridley Scott, que podría haber escogido a Angelina Jolie para interpretar a Patrizia, y a Leonardo DiCaprio en el papel del asesinado.

En 1989 alrededor del 50% de la empresa fue vendido a un grupo llamado Investcorp, aunque poco después Maurizio tuvo la lucidez de ponerse en contacto con Domenico de Sole y Tom Ford con la intención de convertir a Gucci en una casa de moda con entidad y relevancia internacional de nuevo. Y funcionó. Ford revitalizó Gucci de manera excepcional cuando estaba casi en bancarrota, primero diseñando el prêt-à-porter femenino y luego convirtiéndose en el Director Creativo. En 1999 Gucci volvía a ser el estandarte de la clase y el refinamiento que fue en su día y nos dejaba sugerentes imágenes para recordar.

Y ahí fue cuando volvía a ser un negocio muy lucrativo y jugoso para los grupos de moda. Hubo una pugna por absorberlo entre LVMH y PPR, ganando finalmente el segundo y formando el Gucci Group que es ahora, con las marcas que aglutina. Entre ellas, Yves Saint Laurent, donde Ford también diseñó tras salir de la casa que había revitalizado.

Con el contrato de Tom Ford ya terminado en 2004 llegaba el drama de encontrar alguien a la altura del genio. Primero fue Allessandra Facchinetti, que salió por pies a las dos temporadas de su llegada. Esta pobre mujer tiene un historial bastante trágico teniendo en cuenta que más tarde la expulsarían de Valentino un poco de mala manera. Volviendo a la firma italiana que nos interesa, la sucesora de Facchinetti fue Frida Giannini, primero en 2005 con la gama femenina, y finalmente en 2006 asumiendo toda la dirección creativa. Hoy mantiene su cargo con brillo y esplendor, dado que Gucci vuelve a ser objeto de deseo, una marca aspiracional y un referente en las tendencias mundiales. No hay más que ver su actual campaña de otoño invierno, un breve resumen de lo que más se lleva: pelo, lentejuelas y botas de corsario, entre otras.

¿Qué le deparará el futuro a Gucci? Desde luego que volver a las manos de los descendientes de sus fundadores, no. Y es que, tras una serie de pleitos, este verano una sentencia les negaba la posibilidad de utilizar su apellido para fabricar ningún tipo de objeto de lujo. Si Guccio levantara la cabeza… la volvería a bajar ante la cantidad de acontecimientos en los que ha derivado su legado.

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Publicado por
Patata