Llevar al cine el clásico de Charles Dickens tiene cierto aire de atrevimiento. Son muchas las versiones a lo largo de la historia, desde las más fidedignas interpretadas por Mickey Mouse, a paranoias apocalípticas como ‘Los fantasmas atacan al jefe’ con Bill Murray de protagonista. La historia es patrimonio colectivo de la humanidad, todos la conocemos hasta el punto de interiorizarla y haberla hecho nuestra, algo tiene la epifanía del Señor Scrooge para que nos la traguemos sin rechistar una y otra vez incluso si son los Teleñecos los que la interpretan. Sí, Zemeckis tenía ganado al espectador antes de empezar a fabricar su historia, pero empeñado en demostrar lo guay que es el cine en 3D, ha desaprovechado la oportunidad perdida olvidando el factor humano que yace debajo del cuento para fabricar una montaña rusa victoriana que, como todas, a los 10 minutos ya estás deseando bajar de ella.
Quizás el mayor error ha sido su decisión de hacer que un solo actor interprete a los fantasmas además del protagonista. Jim Carrey, que no ni de lejos tan mal cómico como dicen, hace lo que puede en esta epopeya navideña. Pero siete Jim Carreys, con sus muecas, convertido en vela y viejo, en gigante y en esqueleto, más que divertir, empacha. El resto del elenco no emociona, y tanto vuelo por aquí y por allá, más que sorprender, distrae de la esencia de la historia. Que la Navidad gustará más o menos, pero en versión Zemeckis, por mucho Disney que venga detrás, es para aborrecerla. 3