A pesar de que le tocó actuar a las siete de la tarde, fueron muchos los que acudieron al Neu! a horas tan tempranas para presenciar el show de Ted Leo and The Pharmacists. Con un look un tanto Undrop y su pop punkarra tan urgente, que encantaría a los fans de Weezer y los primeros Manic Street Preachers si le dieran la oportunidad, la banda conquistó durante los primeros instantes de su concierto, para después pasar a perder un pelín de fuerza inevitablemente, quizá porque no todo el mundo conocía canciones como ‘Counting Down The Hours’ o ‘Parallel Or Together’ y el show consiste sobre todo en celebrarlas y bailarlas. El grupo publica en 2010 un nuevo álbum llamado ‘The Brutalist Bricks’, del que sonaron algunos temas, como el resultón ‘Even Heroes Have To Die‘ o ‘The Stick’. 7. Supervago.
Cass McCombs recordó que, además del gran ‘Catacombs’, posee un catálogo con muy buenas canciones. En su actuación de ayer en Neu! Club, ocupada solo a la mitad de su capacidad, sumó a las enormes ‘Dreams Come True Girl’, ‘You Saved My Life’ o ‘Don’t Vote’ de su última obra un montón de excelentes temas como ‘That’s That’, ‘When The Bible Was Wrote’, ‘City Of Brotherly Love’, ‘Crick In My Neck’ y ‘She’s Still Suffering’, que sustentan un show perfectamente equilibrado. Respaldado por una más que correcta banda, con sendas rubias casi idénticamente vestidas con camisa de leñador (Melanie Moser, teclista, y Christian Owens -de Bishop Allen-, bajista) en los flancos, McCombs se muestra como un guitarrista elegante e imaginativo y como un vocalista carismático. Hubo momentos de cierta frialdad, pero pudieron las interpretaciones apasionadas, como la concatenación de ‘Lionkiller’ y ‘Lionkiller Got Married’ (con un coro final de las chicas a lo ‘First We Take Manhanttan’) o el estupendo cierre con ‘Harmonia’, demostrando que se puede presentar a la banda haciendo cada uno un solo sin resultar cutre. Las figuras de Leonard Cohen
o Lou Reed sobrevolaron anoche el Neu! Club, pero mejor fue constatar que la única etiqueta aplicable a este músico es la suya propia. 8. Caniche.Después de una actuación acústica a dos de Standstill que no sabemos si benefició mucho a sus canciones y letras, salieron al escenario A Place To Bury Strangers. Tardamos 50 minutos de concierto en adivinar que Oliver Ackermann llevaba barba. Antes, una enorme nube de humo iluminada por focos naranjas, azules o rosas, había impedido que viéramos con claridad a los tres miembros del grupo. Como una metáfora de su sonido turbio y distorsionado, el escenario, entre nieblas, deja todo el protagonismo a unas canciones que brillan siempre por encima del ruido. Es fascinante que con toda la tralla que meten, se entiendan en directo las letras que canta Oliver incluso mejor que en disco. El grupo alterna temas nuevos como ‘In Your Heart’ o ‘Keep Slipping Away’ con otros antiguos como ‘Missing You’, pero suenan tan bien en directo que hasta podrían tocar durante una hora 15 temas completamente desconocidos y daría igual. El bajo marca un ritmo que no te deja parar en todo el concierto, la batería se precipita (a veces quizá algo en exceso) y la guitarra machaca, golpea, desaparece y vuelve a distorsionar inspirada en directo mucho más en las texturas de My Bloody Valentine que en The Jesus & Mary Chain. Al final, Oliver protagoniza un número en el que arrastra la guitarra por el cable por todo el escenario, deshace sus cuerdas o la lanza rabiosamente, antes de tocar un último tema (con otra guitarra) sin bis. No hay momento para «hola, Madrid, sois un público estupendo» ni gilipolleces. «Sooooooissss suciooooooosss», gritó un asistente, y con qué razón. 10. Supervago.
Foto: Mrpunch en Flickr. De nuevo muy recomendable su galería.