Discos de la década: Cat Power

Hará unos diez años, Cat Power presentaba ‘Moon Pix’ en la Sala Siroco de Madrid. Chan Marshall era acompañada nada más y nada menos que por Jim White y Mick Turner, ambos en The Dirty Three, y el concierto, después de epatarnos con una increíble voz que no necesitaba micrófono para dejar boquiabierto, fue abruptamente interrumpido por ella misma en la cuarta o quinta canción, rompiendo a llorar para después huir al camerino. Tan desconcertado como su propia banda, el público aguardó hasta que Marshall apareció sola con su guitarra, bajó del escenario, se colocó en el centro de la sala y se sentó a interpretar a-capella una canción que nos hizo llorar a los demás. Al terminar, se levantó y volvió al camerino para no volver a aparecer. En aquel momento, confusos, no salimos de la sala pensando en el dinero de nuestra entrada, sino en que habíamos vivido algo único y en que Chan Marshall parecía una gatita sola, perdida y atemorizada.


Seis o siete años después, Cat Power eran uno de los principales reclamos de la primera edición del Primavera Club. Entonces, respaldada por la sólida y profesional Dirty Delta Blues Band (en la que curiosamente seguía Jim White a la batería), una Marshall imponente y bella como nunca presentaba su aclamado ‘The Greatest’, dominando el escenario como una elegante pantera, paseándose con soltura por el blues y el soul más clásicos. Algo había ocurrido para que aquella chica emocionalmente inestable, de difícil trato para los periodistas, se convirtiera en el magnético y sexy animal escénico de la actualidad, y entre ambas está ‘You Are Free’, un álbum que ahora se percibe como un bello e imperfecto, sólido aunque siempre a punto de desmoronarse, punto de equilibrio.

‘You Are Free’ es, quizá por eso, el mejor álbum de toda la discografía de Cat Power, porque contiene una mezcla de esa fiereza incontrolada e impredecible de sus primeros años pero también la clara intención de agradar, de ser querida y escuchada. En ‘You Are Free’ esa bipolaridad confluye en un singular remanso de belleza exuberante sin caer en convenciones ni resultar demasiado estándar (como sí ocurre, en mi opinión, con sus dos últimos álbumes). El álbum fue grabado en sesiones esporádicas que duraron alrededor de un año (que no producidas, «nunca dejaré que nadie me produzca a no ser que pretende entregarle mi alma» decía entonces a Pitchfork) por Adam Kasper, productor habitual de bandas como Pearl Jam o Foo Fighters, que orientó además a Marshall para seleccionar las canciones a incluir entre las cuarenta que surgieron de aquellas sesiones.

‘I Don’t Blame You’ asesta el primer y certero golpe, con Chan sola al piano cantando la que quizá sea la mejor canción del álbum y, con seguridad, una de las más inspiradas de su carrera. «La última vez que te vi, estabas sobre el escenario / Tu pelo era salvaje, tus ojos brillaban y tú estabas furioso / Balanceabas tu guitarra, porque querían escuchar ese sonido que tú no querías tocar / Y no te culpo». Mucho se ha especulado sobre el destinatario de ese mensaje. Había quien decía que hablaba claramente de Kurt Cobain y ella nunca lo negó, pero en realidad podría hablar de sí misma, de lo duro que le resulta (quizá ya no) hacer giras, conciertos y escuchar cómo le piden insistentemente aquella canción, mientras ella desea con todas sus fuerzas estar en otra parte.

En ‘Free’, segundo corte del álbum, en el que el tempo sube y la batería y la electricidad entran en escena, también habla de su relación con el público. En ella intenta llegar a un acuerdo con sus fans, por el que ellos amen sus canciones por encima de su persona para no sentirse incómoda («don’t fall in love with the autograph»), y ella se esforzará por ser complaciente con ellos («it’s okay if you can’t stand to let him dance / It’s okay, it’s your right)». En esos momentos up-tempo, Marshall contó con la casi secreta (en los créditos solo aparecen las iniciales D.G.) colaboración en las baterías y algún bajo de Dave Grohl (Nirvana, Foo Fighters), como en ‘Speak For Me’, ‘Shaking Paper’ o ‘He War’, lo más parecido a un single que tuvo ‘You Are Free’. Su sonido, deslavazado y sucio, pretendidamente amateur, supuso la primera toma de contacto de mucha gente con Cat Power y, siendo una de sus canciones más celebradas (quizá por eso), Chan la odia

. Ella quería que sonara más Stones, más a banda, pero finalmente se publicó esa versión, que a ella no le gusta. Y cómo no, también odia su vídeo, porque odia actuar.

Aunque la tónica y el gran acierto de ‘You Are Free’ sea alternar el rock y la calma, la balanza cae claramente de este último lado y es quizá en esas canciones en las que su voz, su sensibilidad y delicadeza, brillan más. Ya sea haciendo majestuosas versiones de Michael Hurley (‘Werewolf’) o John Lee Hooker (‘Crawlin´ Black Spider’ rebautizada ‘Keep On Runnin´’) o con sus propias canciones, Marshall parece desnudar sus más íntimas reflexiones y anhelos y mostrárnoslos con la inocencia de quien confía repentinamente en un extraño. Con guitarra acústica o eléctrica o con piano, con su voz, sola o doblada, cada corte de ‘You Are Free’ tiene algo singular que invita a ensimismarse con su escucha: la magnífica ‘Fool’ (sobre cómo a menudo observamos impasibles el dolor de los demás, miserablemente), ‘Babydoll’ (una cariñosa reprimenda a alguien colgado de alguna sustancia), la estándar ‘Half Of You’, la espeluznante ‘Names’ (una sobrecogedora lista de nombres que se perdieron para siempre, de nombres de niños que Chan conoció en su infancia y que sufrieron el abuso de los adultos o cayeron en la dependencia de estupefacientes) o la maravillosa ‘Good Woman’, un himno protagonizado por el asilvestrado violín de Warren Ellis (Bad Seeds, The Dirty Three), los arreglos de David Campbell y los coros que reúnen las voces infantiles de Maggie y Emma (apostaría a que son las niñas de las fotos del libreto) con la de Eddie Vedder. La sorprendente colaboración del vocalista de Pearl Jam no es accidental y se repite en ‘Evolution’, el hipnótico número que cierra el disco, una arenga que parece invitar a movilizarse en lugar de esperar que la revolución llegue como un simple acto evolutivo.

Nunca debe tomarse a Chan Marshall por otra de las muchas cantautoras que han surgido en todo el mundo en los últimos años, porque ella es una cantautora como las que surgieron en los años sesenta y setenta para hacer ver que el papel de la mujer en la música también podía ser relevante y comprometido. Joni Mitchell, Rickie Lee Jones o Marianne Faithfull deben ser los referentes para hablar de Chan Marshall que, pese a su rol de artista inquieta y difícil, sueña inocentemente con un mundo en el que todos podamos sentirnos libres. Y ‘Maybe Not’ resplandece como su inmaculado canto a la libertad y el amor, a lo espiritual por encima de lo material. «Todos hacemos lo que podemos, pero podemos hacer una cosa más. No tendremos nada, así que no tenemos nada que perder. Podemos ser libres. Quizá no con las palabras… quizá no con una mirada… sino con tu mente».

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Publicado por
Raúl Guillén