En el mismo artículo, otros amigos de Jaime Gil de Biedma, como Luis Antonio de Villena o Javier Alfaya, sí le reconocen. Jordi Mollà, que ya había hecho de gay en ‘Segunda piel’, es el encargado de interpretarle y, aunque en la lectura de poemas que inunda el guión, a menudo irrita su tono medio pedante y pijo medio bonachón (a veces parece un imitador del Rey), en algunas escenas varios personajes o situaciones se encargan de recalcar que el poeta era, como suele pasar, bastante irritante.
No estamos por tanto ante una película que divinice la figura de nadie. De hecho, son abundantes los desnudos frontales, las orgías y las relaciones sexuales en los lugares más grotescos, y no sólo homosexuales; que ahí está Bimba Bosé debutando como actriz en el papel de Bel, y sin desentonar en ningún momento (parece un transexual inexpresivo).
Cuando ‘El cónsul de Sodoma’ se muestra más excitante es, en cambio, en el reflejo de la «Gauche Divine«, de la escena literaria de la época o de la existencia de la poesía social con Franco en vida. Aparecen el mencionado Juan Marsé y Carlos Barral y hay una escena muy interesante en que un gitano en una fiesta junto a Jaime, rodeado de todo tipo de lujos, les dice que ellos en realidad son de derechas. La familia del poeta tiene una gran tabacalera y pertenece a la alta burguesía, con todas las contradicciones que eso conlleva.
Monleón da, pues, un retrato completo desde todos los puntos de vista de la vida de Gil de Biedma, aunque quizá haya apuntado demasiado alto, dejando multitud de imperfecciones por el camino: Vicky Peña, extrañamente nominada al Goya, apenas habla y está desperdiciada; las escenas de sexo son excesivas y terminan resultando innecesarias (con un par de penes habría bastado) y el final, con una popular canción de un grupo muy querido de los 80, se mueve (nunca mejor dicho) entre lo ridículo y lo kitsch. ¿Era aposta? 5.